Palabras venenosas: negociaciones UE-Mercosur
De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual
Florencia Carbone, La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 15 de marzo de 2011
De las sutiles declaraciones diplomáticas en voz baja a las críticas posturas públicas, sólo un paso o, mejor dicho, cuestión de meses y de una crisis que se resiste a desaparecer.
Lejos del idilio que vivían hace un año, cuando se anunció formalmente el relanzamiento de las negociaciones para un acuerdo de libre comercio, la relación entre el Mercosur y la Unión Europea está hoy signada por la tensión. Los negociadores de ambos bloques se encontraron ayer en Bruselas, apenas seis días después de que el Parlamento Europeo aprobara un duro informe sobre las negociaciones comerciales con la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
La eurocámara abogó por un estudio previo sobre el impacto del acuerdo antes de concluir las negociaciones y fustigó a la Comisión Europea por haber reanudado el año pasado las conversaciones interrumpidas en 2004.
A ello se sumaron los cuestionamientos que el flamante embajador de la UE en la Argentina, Alfonso Diez Torres, hizo respecto de la política oficial para frenar las importaciones: "Posiblemente se logre más intensificando las relaciones de cooperación que con trabas que no siempre son entendidas y que generan una relación conflictiva".
Los tentáculos del proteccionismo alcanzan a todos. Las acusaciones cruzadas están a la orden del día y lo único seguro parece ser la dilación del acuerdo, en las hipótesis menos negativas.
"Tengo la impresión de que se enfrió el entusiasmo. Por un lado, hay efectos de la crisis económica y financiera sobre el comercio exterior que están haciendo volver más cautelosos a todos los negociadores, que marchan con pie de plomo. Lo mismo se ve en la Ronda de Doha y en otras negociaciones de la UE, como la que tiene con la India. Ese clima se vive en todos los países; pasa en el Congreso norteamericano. La gente no quiere líos", evaluó Félix Peña.
El director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank cree que del lado europeo disminuyó el oxígeno político para impulsar las negociaciones.
"Me cuesta ver quién, con peso político de ese lado, está empujando el tema. Predominan criterios muy tecnocráticos; no hay innovación, y eso es particularmente fuerte del lado europeo. El camino que llevó a Madrid tuvo como grandes protagonistas a la Argentina y España, con Lula (ex presidente de Brasil) en primer plano. Un proceso de negociación comercial sin impulso político es como un auto sin batería", agregó.
¿Qué pasó durante el último año para que cambiaran las perspectivas? Entonces, la euforia era tal que hasta se especuló con que Lula pudiera coronar su presidencia con la firma del acuerdo.
"Hace un año, la visión era de gran expectativa, no sólo política, sino por llegar a un acuerdo. A medida que pasó el tiempo, empezaron a surgir dificultades. Las viejas, relativas a la defensa comercial europea y del Mercosur, y las nuevas, que no estaban tan presentes cuando se relanzó la negociación, como la postura brasileña, muy entusiasta en los comienzos y de marcada oposición luego. La apreciación del real, sumado a los problemas de competitividad, llevó a muchos sectores a ser más prudentes, y hoy da la sensación de que el motor se aquieta", dijo Raúl Ochoa.
Luego, agregó: "Del lado argentino alcanza con mirar qué hace el Gobierno, las intervenciones de la Secretaría de Comercio, y parece que acá tampoco hay lugar para acuerdos".
Pero ¿qué se debe hacer en un momento de crisis? ¿Cerrar la economía y proteger la industria nacional, o salir en busca de nuevos mercados y oportunidades? Como siempre, la mitad de la biblioteca defiende una teoría, y la otra mitad, la contraria.
Ochoa explicó que, dada la situación de crisis que vive Europa y su capacidad tecnológica e industrial, lo que deberían hacer es buscar nuevos mercados. "Esa es un poco la postura alemana y el espíritu que prevaleció en las negociaciones con el Mercosur y otros países. En Europa hay serios problemas de tipo recesivo y un crecimiento muy lento. El 70% de su comercio es intrazona y todo indica que para arreglar las cosas, pasará un largo rato. La posición europea es de fuerza, pero tienen que buscar nuevos mercados porque lo necesitan", dijo.
Con el perfil poblacional actual y su realidad socioeconómica, está claro que Europa no es una zona de crecimiento. "Su población envejecida y con menor productividad la enfrenta a dos opciones: reformular su política migratoria o sellar acuerdos comerciales con nuevos mercados y, en ese sentido, el Mercosur y los países asiáticos es la salida porque crecen y requieren infraestructura, conocimiento y tecnología", advirtió.
La paradoja es que, precisamente, la crisis, los altos niveles de desempleo y las bajas perspectivas de crecimiento, aumentan las reacciones proteccionistas. En Irlanda, por ejemplo, la semana última, una asociación de productores ocupó las oficinas de la CE en protesta por las negociaciones con el Mercosur. "La profundización de la crisis aumenta los costos políticos de firmar un acuerdo con los países más eficientes del mundo en producción agropecuaria. El 60% del presupuesto de la UE se destina a temas de agricultura", dijo Lucio Castro.
Por qué sí y por qué no
El director del Programa de Inserción Internacional de Cippec en el Mercosur, respecto de los principales opositores para que el acuerdo llegue a buen puerto, dijo: "Son los que se resisten a ceder; sectores que no representan más del 2% de la economía; que son los mismos que recibieron las licencias no automáticas: calzados, textiles, línea blanca y autopartes".
Si bien es cierto que firmar el acuerdo tendría costos políticos importantes, no firmarlo sería tanto o más costoso.
"Para que se reanude una negociación, significa que hay más cartas a favor que en contra. Será difícil y seguramente se extenderá en el tiempo, pero el escenario de la caída de la negociación con echada de culpas mutuas tiene un costo demasiado alto", acotó Ochoa.
El coordinador del Instituto de Negociaciones Internacionales de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Raúl Roccatagliata, fue tajante: "Tenemos una gran expectativa, pero somos poco optimistas. El marco global no es el más adecuado con una crisis económica importante y la reacción proteccionista de los países. Apoyamos y apostamos a seguir adelante con la negociación; ahora veremos el grado de ambición de cada uno. Está llegando la hora de la verdad".
Roccatagliata admitió que el escenario actual es menos favorable que el de hace un tiempo, pero de inmediato aclaró que la gran presión es que "ésta es la última vuelta y políticamente sería un costo enorme dar por terminado todo. Es como si hubieras prometido casarte con alguien y cuando la novia está en el altar, te arrepentís".
La visión de Marcelo Loyarte, gerente general de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), es similar. "El contexto internacional se volvió más complejo y no hemos avanzado todo lo que hubiéramos querido pese a las buenas gestiones de nuestros negociadores", evaluó.
Contó que, durante el año pasado, representantes de diferentes cámaras del sector mantuvieron varias reuniones con funcionarios del Ministerio de Agricultura y de la Cancillería, y que en el Mercosur se viene haciendo un muy buen trabajo de armonización de los intereses de cada país.
Gustavo Idígoras, ex agregado agrícola ante la UE, admitió que el año pasado con el lanzamiento de las negociaciones había una expectativa superior, pero hizo una salvedad: eran todas expectativas teóricas porque aún no se había ido a la mesa.
"Una negociación tiene típicamente tres etapas: 1) establecimiento de las posiciones; 2) intercambio de ofertas reales; 3) la negociación pura, que es donde se ve hasta dónde puedo avanzar y hasta dónde ceder. Hoy estamos en la primera etapa, que es claramente de conflicto. Hay negociaciones que son más complejas porque su impacto es muy grande, y éste es el caso", comentó. Según Idígoras, en mayo, cuando se concrete el intercambio de ofertas, debería comenzar la salida del conflicto. Intentó restarle dramatismo a la situación al explicar que si en la negociación posterior no hay chances, entonces sí sería preocupante.
"Los dos bloques dicen lo mismo pero lo interpretan de diferente manera. Ambos buscan un acuerdo ambicioso y equilibrado, la cosa es qué entiende cada uno con esas definiciones. Es evidente que el Mercosur no es una unión aduanera perfecta, que tiene sus debilidades, pero ellos lo sabían cuando empezaron a negociar. A mitad de año deberían verse resultados concretos y evaluar cómo seguir", concluyó.
Durante el primer contacto con el periodismo tras haber presentado sus cartas credenciales, el embajador europeo en Buenos Aires dijo que las motivaciones de la UE son las mismas que hace un año y que el bloque al que representa tiene dos grandes objetivos: "Profundizar los vínculos actuales y los ámbitos de cooperación, con comercio e inversión porque, más allá de las diferencias, somos naturalmente complementarios; y llevar a término las negociaciones UE-Mercosur, que sería el acuerdo global más importante en la historia".
Sin embargo, todo parece indicar que, en la mejor de las hipótesis, las tratativas entre ambos bloques harán la plancha hasta el año próximo. Habrán quedado atrás procesos electorales, habrá mejorado la situación económica y social del Viejo Continente y con eso habrán desaparecido las grandes piedras que hoy complican el camino.
Eso sí, habrá que ver si entonces sobreviven la voluntad y el interés político para cerrar un acuerdo.
Muchos deseos y pocas certezas para arriesgar si este matrimonio podrá concretarse tras un larguísimo noviazgo que comenzó en 1995.
La dramática distancia entre el discurso y la práctica
Luis María Kreckler, Secretario de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales
Tal vez no exista un área del conocimiento económico en la que la distancia entre la teoría y la práctica, entre el discurso y las políticas efectivamente aplicadas, sea tan dramática como en la teoría del comercio internacional.
Baste mencionar la variedad y sofisticación de las barreras sanitarias, técnicas y ambientales que los países desarrollados, supuestamente abiertos al comercio internacional, han desarrollado en las últimas décadas, a medida que las normas de la OMC restringían las barreras tradicionales. Y los subsidios que afectan a la producción y el comercio, que con la crisis se han multiplicado a casi todos los sectores de la economía de estos países.
Como negociadores internacionales debemos convivir con esta dualidad y estar preparados para evaluar con realismo los costos y beneficios de cada potencial acuerdo, evitando posiciones ingenuas o ideológicas. Bajo estos principios creemos que en la presente coyuntura vale la pena intentar lograr acuerdos que nos permitan asegurarnos contra futuros intentos proteccionistas en los sectores en los que la Argentina tiene gran potencial.
Hasta hace unos pocos meses primaba en el ámbito de las negociaciones internacionales el temor a sufrir crecientes tensiones comerciales como consecuencia de las tensiones cambiarias, el alto desempleo y la percepción de riesgo deflacionario en los países desarrollados. En ese contexto, la Ronda de Doha y las negociaciones regionales se encontraban en una total parálisis.
No obstante, y a pesar del lobby agrícola en el seno de la Unión Europea, la perspectiva de las negociaciones comerciales ha comenzado a cambiar para la Argentina: el llamamiento de los líderes del G-20 durante la Cumbre de Seúl para concluir la Ronda de Doha durante este año ha dado renovado impulso político a las negociaciones en la OMC, reactivando los trabajos en todas las áreas de negociación.
A diferencia del período de entreguerras, hoy contamos con un grado de institucionalización global (OMC, G-20, entre otras instituciones) que nos permite coordinar más eficientemente nuestras políticas y evitar juegos de suma cero para la economía mundial. Por otro lado, el comercio internacional del siglo XXI comienza a estar dominado por la internacionalización de las cadenas de valor, que se ha convertido en sí misma en una fuerza de resistencia al proteccionismo. Ambos elementos reducen el riesgo de una "carrera proteccionista" como la sufrida setenta años atrás.
En las negociaciones de la Ronda de Doha, la Argentina ha expresado en reiteradas oportunidades la firme voluntad de concluir exitosamente el proceso negociador, pero bajo el cumplimiento estricto de los mandatos de Doha 2001, que estableció dar prioridad a las preocupaciones de los países en desarrollo.
Luego de siete rondas negociadoras desde la creación del GATT en 1947 en las que el foco estuvo puesto exclusivamente en la reducción de aranceles a la industria, beneficiando esencialmente a los países desarrollados, esta ronda debe imperiosamente corregir esa situación de inequidad.
Esta vez deberán ser los países desarrollados los que realicen un esfuerzo al que tal vez no están acostumbrados: por primera vez deberá haber un equilibrio entre el nivel de ambición de la liberalización agrícola y la industrial, y los países en desarrollo deberán gozar de un "trato especial y diferenciado" que implique mayores plazos y flexibilidades en la aplicación de los acuerdos.
El mismo criterio hemos dejado en claro en las negociaciones con la Unión Europea, en las que, sin perjuicio de las presiones del sector agrícola que se debate en el seno de la UE, esperamos recibir señales claras respecto a su oferta agrícola y en otros sectores que consideramos claves para el equilibrio de la negociación.
En síntesis, sólo si el discurso y la práctica en materia de comercio exterior de los países desarrollados empiezan a converger podremos seguir construyendo una institucionalidad global y regional creíble que impida recaídas en prácticas comerciales retaliatorias que afecten la recuperación de la economía mundial.