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PREPARACIÓN PARA EL “`DÍA DESPUÉS” DE LA VIGENCIA DEL ACUERDO MERCOSUR-UE.

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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Félix Peña, Fundación Foro del Sur, 11 de diciembre de 2024

Las negociaciones del acuerdo bi-regional entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) han sido largas, en parte por sus sucesivas interrupciones. El contexto internacional en el que ellas se insertan ha cambiado mucho desde que se iniciara el largo camino hacia lo que en principio ha concluido el reciente 6 de diciembre del 2024, en la reunión negociadora en Montevideo.

Ni el Mercosur ni la UE como procesos de integración, tienen hoy el mismo grado de credibilidad externa del momento en que se iniciaron las negociaciones. En el caso europeo, entre otros factores, el denominado “Brexit” y la percepción de un creciente euro-escepticismo, no contribuyen a la imagen de los compromisos de integración asumidos. En el caso del Mercosur, se han acentuado en los últimos tiempos interrogantes sobre los alcances reales del proceso de integración y sobre su sustentabilidad.

Lo concreto es que tenemos ahora por delante un nuevo camino. Recorrerlo puede demandar unos dos o tres años. Solo entonces el acuerdo birregional Mercosur-UE estaría plenamente concluido tras las necesarias ratificaciones. Y sus efectos penetrarian en las realidades de ambas regiones.

Se habrìa entrado efectivamente entonces en lo que sería el dia después de la negociación y de la conclusión del acuerdo bi-regional. A partir de ese momento podría apreciarse la calidad efectiva de la preparación que los países del Mercosur –incluyendo en especial sus empresas- habrían desarrollado en función de su decisión de efectivamente negociar el acuerdo.

Negociar con otros países y a la vez prepararse para aprovechar las oportunidades de los acuerdos que se concreten, son elementos indisociables de una estrategia comercial externa eficaz. Uno condiciona al otro, ya que los resultados de una negociación comercial internacional pueden dejar de tomar en cuenta el estado de preparación que razonablemente puedan alcanzar un país y sus sectores productivos. Ello es màs complejo aun cuando una negociación involucra a países con diversos grados de desarrollo.

Prepararse para el “día después” de la efectiva entrada en vigencia del acuerdo bi-regional parecería ser hoy una prioridad para nuestro país y sus socios del Mercosur. Ello requiere el trazado de una estrategia de inserción comercial externa que tome en cuenta la conclusión del acuerdo birregional, como también la necesidad de desarrollar las oportunidades que deban resultar del acuerdo.

Una visión pesimista sobre las posibilidades que se abrirían por el acuerdo birregional, traducida en una actitud pasiva especialmente por parte de sectores empresarios, reflejada en una falta de preparación para navegar con éxito el “día después”, podría significar perder luego oportunidades de negocios que normalmente requieren tiempo para ser plenamente desarrolladas.

Sin perjuicio de otros, al menos tres frentes de acción requieren relevancia para el trazado de una estrategia de efectiva inserción comercial externa en el nuevo escenario, por parte de la Argentina y de sus países socios, que implique prepararse para el “día después” de la eventual entrada en vigencia del acuerdo birregional. Ellos son, el de las diferentes modalidades e intensidades de encadenamientos productivos a escala transnacional; el de la calidad de la conectividad entre los distintos espacios nacionales, y el de la producción de reglas de juego que incidan en la competencia económica global o regional. Son estos frentes de acción relevantes, aún en el caso que el acuerdo birregional no se concretara tal como ha sido concebido, al menos con respecto a los países participantes por el actual Mercosur.

A su vez, por lo menos tres cuestiones sobresalen por su relevancia en la etapa preparatoria de la efectiva entrada en vigencia del acuerdo birregional. Son cuestiones que en una perspectiva argentina, requerirán atención especial y prioritaria.

Una primera cuestión relevante será la adaptación de políticas y de la organización del sector público y, en particular sus modalidades de interacción con el sector empresario y el sindical, a fin de colocar gradualmente al país en condiciones de navegar el nuevo entorno competitivo que se está creando con el acuerdo birregional y con sus múltiples posibles desdoblamientos.

Uno de esos desdoblamientos sería el vínculo entre las preferencias que se negocien, con las que provengan de otros acuerdos comerciales, tales como los que la UE ha concluido o concluya con otros países latinoamericanos, con los cuales también el Mercosur las ha negociado, o que las negocie en el futuro. Tal vínculo permitiría desarrollar estrategias con distintas modalidades de encadenamientos productivos de alcance transnacional.

Para ello habrá que definir un distribución inteligente de competencias entre distintas instancias ministeriales y, a la vez, seleccionar las políticas públicas que requerirán una mayor atención en función de los compromisos que genere el desarrollo del acuerdo birregional y, también, de los desafíos de competitividad que implicará operar con éxito en los mercados europeos.

En tal definición de competencias, tendrá que tenerse presente que se supone que al acuerdo birregional debería ser visualizado, como parte del desarrollo de una amplia red de acuerdos comerciales preferenciales que pudiera abarcar países de muy diferentes regiones en el mundo. Las perspectivas de la OMC y de sus actuales reglas de juego, tornan indispensable encarar negociaciones internacionales orientadas al desarrollo de tal red de acuerdos comerciales preferenciales.

Una segunda cuestión relevante y complementaria de la anterior, será la de desarrollar políticas y acciones orientadas a lograr un significativo incremento del número de empresas, que estén en condiciones de proyectar al espacio europeo su capacidad actual o potencial de producir bienes y de prestar servicios, que sean competitivos y sustentables. Se trata, por cierto, de lograr una presencia sostenida en mercados de la UE, algo así como un mínimo de tres años en góndolas o en encadenamientos productivos.

Ello implicara, tanto para el gobierno nacional, como para los gobiernos provinciales –en especial aquellos interesados en sacar provecho del espacio birregional en función de la capacidad local de producir bienes y de prestar servicios-, fortalecer las instituciones dedicadas a la promoción del comercio y de las inversiones, como a la coordinación entre ellas.

Implicará, por lo demás, impulsar políticas publicas orientadas a estimular el vínculo operativo entre las instituciones académica y de investigación y desarrollo -tanto públicas como privadas, y los respectivos operadores de los sectores productivos, a fin de desarrollar una amplia red de inteligencia competitiva y de vínculos entre la capacidad tecnológica y la productiva existente en el país. Entre otras funciones, tal red debería permitir tener un actualizado conocimiento sobre las preferencias de los distintos consumidores europeos, y sobre los factores que inciden en sus cambios de prioridades.

Y la tercera cuestión será la de fortalecer la capacidad del Mercosur de operar como un marco institucional, funcional a la inserción competitiva de sus países miembros en el contexto económico que se podría desarrollar como resultado del acuerdo birregional.

Más allá del debate, a veces un poco teórico, sobre si el Mercosur es o debería ser una zona de libre comercio o una unión aduanera, correspondería poner el acento en un intenso esfuerzo por transformarlo en un mecanismo efectivo de trabajo conjunto entre sus países miembros, que sea eficaz, que funcione en base a reglas que se cumplan, y que contribuya a lograr claras ganancias de competitividad para sus países miembros.

Las tres cuestiones relevantes mencionadas en los párrafos anteriores, implican lograr desarrollar la capacidad de los países del Mercosur de actuar como conjunto con un grado razonable de organización.

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