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La siesta de las negociaciones

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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Diana Tussie, Voces en el Fénix, septiembre 2013

Las negociaciones en la Organización Mundial de Comercio (OMC) hoy duermen una tranquila siesta. Por primera vez en muchos años, el mes de julio pasó sin siquiera un esfuerzo de forzar acuerdos en la Ronda Doha. La crisis económica y el creciente desempleo dejan a Estados Unidos con escasas cartas en la mano para tomar iniciativas en este ámbito en el que sin su liderazgo nadie puede ni quiere moverse. El presidente Barack Obama carece de una Ley de Autoridad para Promoción Comercial, sin la cual no tiene credibilidad en el mundo negociador. Con la ley el Ejecutivo negocia dentro del marco de la ley y luego somete a un voto de aceptación o rechazo del paquete. Por el contrario, sin dicha ley los acuerdos que el Ejecutivo firme pueden ser alterados por el Congreso, lo que anula el interés de negociarlos.

Como en cualquier batalla para disfrazar sus debilidades y atribuir la culpa a otros, Estados Unidos exige más apertura de mercado sabiendo que no la puede ofrecer ni la va a conseguir. El embajador chino ante la OMC sentenció que “EE.UU. es el único miembro que insiste en que estamos lejos de concluir la ronda… tiene alto nivel de ambición, [lo que] equivale a reiniciar la ronda y es una desviación flagrante del mandato de negociación original”.

Por el contrario, después de nueve años de negociaciones, el director general de la OMC, Pascal Lamy, dice que hay consenso sobre el 80 por ciento de los temas. Por lo visto, es el otro 20 por ciento lo que cuenta. Ese 80 por ciento no tiene nada sobre eliminación de subsidios agrícolas, el corazón del mandato de Doha. Estados Unidos (como Europa) ha aumentado los aplicados. Pretende que con recortar sobre un nivel tope que le da amplio margen de maniobra se puede cerrar el tema. En este contexto encuentra pocos compañeros de ruta. Mientras tanto la crisis ha tornado obsoleto el marco de la negociación. La Argentina, con el respaldo de Ecuador, Cuba, Brasil, India y China, ha solicitado que se estudie el efecto de los rescates y los paquetes de estímulo. Consideran que dichos paquetes han desnivelado el terreno de juego, desviando inversiones y aumentando los incentivos para la producción en los países centrales. Pero los miembros del organismo comercial acordaron mantener sus informes regulares, pidiendo uno para junio y otro para noviembre de este año. Estados Unidos y Japón bloquearon las propuestas de mayores análisis de la OMC a las medidas comerciales dentro de los paquetes de estímulos. La Unión Europea no rechazó la propuesta por completo pero argumentó que requería mayores estudios para que pudiera realizarse de una manera realista y pragmática. En síntesis, pidió más estudios para hacer estudios.

La siesta en la OMC alimenta comentarios sobre lo que sucedería si la Ronda de Doha se declara muerta (altamente improbable) o se la deja agonizar. Desde la irrupción de la crisis no ha habido ningún avance pero sí llamados a revivirla en cada cumbre del Grupo de los 20. Desde su primera reunión en Washington a fines del 2008, los jefes de Estado exhortan a sus ministros a concluir la ronda. Pero la OMC no puede ser mandada desde fuera y por lo tanto la aguja negociadora ni se mueve.

Estado de la negociación

En Ginebra, las negociaciones prosiguen en el barro a nivel técnico. El Comité de Agricultura tiene una brecha de diez “cuestiones de fondo”. Hay otros asuntos no menores que debieran estar en el borrador TN/AG/W/4/rev. 4, tales como topes de subsidios específicos para las cajas ámbar y azul de los países desarrollados, los equivalentes ad valorem de aranceles específicos y las cuotas arancelarias (anexo C del borrador). La Argentina, China e India han puntualizado dichas omisiones desde mayo de 2010. Nuestro país además ha propuesto una franca revisión de la llamada caja verde, que desde la Ronda Uruguay brinda un paraguas a subsidios que supuestamente no distorsionan el comercio.

En bienes industriales (NAMA), los temas pendientes más importantes son: los coeficientes de reducción arancelaria y la ampliación a sectores adicionales. En el tema de los servicios, desde las ofertas del 2008 no ha habido más movimiento. Hasta el 2009, parecía que los borradores en los diferentes temas serían la base para una negociación. Desde 2009, cuando fue inaugurado el presidente Obama, EE.UU. pide más acceso en agricultura, NAMA y servicios. Y en particular lo pide de las economías emergentes de manera que contribuyan a reducir los desbalances globales, es decir el déficit comercial de Estados Unidos. Su pretensión es rechazada por todos los miembros. La Argentina, Brasil, China y la India sostienen que ya pagaron muy caro con el sesgado contenido del paquete sobre la mesa.

Las coaliciones negociadoras

Desde la reunión ministerial de Cancún los países en desarrollo se organizaron en coaliciones de negociación tema por tema. Después de cinco años de hiperactividad con presentación de propuestas en un rango amplísimo de temas, desde el 2008 dichas coaliciones aparecen debilitadas.

El G-20 –compuesto por la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, China, Cuba, Ecuador, Egipto, Guatemala, India, Indonesia, México, Nigeria, Pakistán, Paraguay, Perú, Filipinas, Sudáfrica, Tanzania, Tailandia, Uruguay, Venezuela y Zimbabwe– se erigió en el protagonista de las negociaciones agrícolas desde 2003. Prosigue en su lucha contra los subsidios, las flexibilidades para la Caja Azul de EE.UU., los subsidios al algodón, etc. Pero dos cuestiones dividen al grupo. Por un lado, las salvaguardas para los países importadores netos son resistidas por los grandes exportadores del grupo (entre los cuales la Argentina es un líder natural). Además, mientras Brasil se muestra más flexible con los subsidios de EE.UU. y la Unión Europea, la Argentina, India y China se mantienen firmes.

La Argentina también integra el llamado NAMA 11, junto a Brasil, China, Egipto, India, Indonesia, Namibia, Filipinas, Sudáfrica, Túnez y Venezuela. El grupo ha resistido profundizar la apertura en bienes industriales a través de la “fórmula suiza”. Con dicha fórmula se reducen en forma más abrupta los niveles de aranceles más altos, mientras que no afecta tan significativamente los niveles de tarifas más bajos. En otras palabras, ataca el régimen arancelario de los países en desarrollo en una medida mucho mayor que los aranceles de los desarrollados.

El grupo de NAMA 11 promueve la “reciprocidad menos que plena”, que permite a los países en desarrollo reducciones arancelarias con un porcentaje de reducción menor que el de los países desarrollados. Sin embargo, el grupo se desintegró debido a las concesiones bilaterales obtenidas por algunos socios, pero la Argentina, Sudáfrica y Venezuela siguen en pie, aunque la última amaga con abandonar esta bandera si obtuviera el beneficio de ser considerada “economía pequeña y vulnerable”. Las “economías pequeñas y vulnerables” son aquellas que exportan menos del 0,1 por ciento del comercio mundial. Se les permite, temporalmente, una menor reducción de aranceles. Bolivia está en esa categoría. Alega que excluyendo su exportación petrolera, tiene credenciales para pertenecer a esa categoría eximida de la mayor parte de las obligaciones contractuales de la OMC y con amplias preferencias de acceso.

El G-33 está formado por Antigua y Barbuda, Barbados, Belice, Benin, Bolivia, Botswana, China, Congo, Costa de Marfil, Cuba, Dominica, El Salvador, Grenada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, India, Indonesia, Jamaica, Kenia, Corea, Mauricio, Madagascar, Mongolia, Mozambique, Nicaragua, Nigeria, Pakistán, Panamá, Perú, Filipinas, República Dominicana, St. Kitts y Nevis, St. Lucia, St. Vincent y Granadinas, Senegal, Sri Lanka, Surinam, Tanzania, Trinidad y Tobago, Turquía, Uganda, Venezuela, Zambia y Zimbabwe. Representa a los países importadores netos de alimentos donde vive el 70 por ciento de la población rural mundial. Comprende el 15 por ciento de las importaciones agrícolas mundiales a la vez que 30 por ciento de las exportaciones agrícolas.

El G-33 propuso dos medios para proteger a sus campesinos de las exportaciones subsidiadas de EE.UU. y la UE: la lista de productos especiales y el mecanismo de salvaguarda especial. A medida que algunos de los miembros firman acuerdos con la UE o con Estados Unidos, la firmeza de estos objetivos se fue diluyendo. Tal es el caso de Perú y los países centroamericanos y del Caribe.

A través de este estado de situación salta a la vista que el Mercosur no aparece en el horizonte negociador, ni lo hacen otros acuerdos regionales. En la mayoría de los casos cuando los países no logran satisfacer sus intereses en el ámbito regional, comienzan a participar de coaliciones que procuren la concreción de dichos intereses. América latina se caracteriza por usar la OMC para resolver sus disputas regionales. Aun México como integrante del Tratado de Libre cambio de América del Norte (NAFTA) ha utilizado como estrategia la provocación de entrar al G-20, para balancear las asimetrías con sus socios regionales.

En síntesis, las coaliciones negociadoras, si bien están debilitadas, retienen su valor como refugio. Pero es la ronda la que va perdiendo su razón de ser. La Ronda Doha se proclamó y fue aceptada como la “Ronda del Desarrollo”, pero las negociaciones se estancaron precisamente porque no era lo que proclamaba.

  • Directora del Programa de Instituciones Económicas Internacionales de la FLACSO y de La Red Latinoamericana de Comercio (LATN)
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