Cómo puede Argentina convertirse en supermercado del mundo
De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual
Infobae, 9 de julio de 2016
Es frecuente escuchar que "Argentina debe pasar de granero a supermercado del mundo". La frase la acuñó precisamente Fernando Vilella, ex decano de la facultad de Agronomía de la UBA y director de su Programa de Agronegocios y Alimentos, y se ha popularizado, pero no por ello hemos avanzado en esa dirección. Más bien al contrario, nuestras exportaciones se han reprimarizado en estos años. Y lo más grave: demasiados niños argentinos tienen una alimentación deficiente.
"Si Chile es un gran exportador de cerdo y de pollo gracias al maíz y la soja de la Argentina pagado a precio internacional, me parece que hay pocas excusas….", dice este ingeniero agrónomo que desde hace tiempo organiza simposios para reflexionar sobre las oportunidades de negocios que diferentes regiones del mundo ofrecen a nuestro país en el rubro agroalimentario.
En esta entrevista con Infobae, Vilella expone los factores que son a su juicio necesarios para que Argentina pueda pasar de exportar materias primas a venderle alimentos elaborados a un mundo que cada vez demandará más comidas preparadas, listas para consumir.
— Fue usted quien acuñó la frase de que "la Argentina tiene que dejar de ser el granero del mundo para pasar a ser su supermercado". Es muy buena esa frase. La pregunta que se impone es por qué no pudimos hacerlo hasta ahora.
— Es una frase que ya tiene unos cuantos años. Se trata de generar estrategias de agregación de valor en las localidades donde se generan las materias primas. Y eso con una visión de un país más integrado, más desarrollado en cada uno de los territorios que lo integran. Hay pocas actividades que se pueden desplegar en el conjunto del territorio, el agro y el turismo son dos de ellas. Hay un mundo que hoy reclama cada vez más productos alimenticios y con más valor agregado. Entonces, generar una estrategia que tenga que ver con el supermercado implica generar oportunidades de trabajo. Esto, en un contexto donde hacia el 2040 se prevé que más del 60% de las comidas en el mundo van a ser elaboradas fuera de la casa, esto es consumidas en lugares como restaurantes o lo que fuese, o compradas en el supermercado y con solamente agregarles agua o ponerlas en el microondas está resuelto. Ese es el número, con lo cual va a haber crecientes oportunidades.
Ahora, no es fácil. Para lograr eso hay que generar marcas. Y eso necesita estándares de calidad. Para instalar las fábricas hay que tener energía, generar infraestructura. No es lo mismo cargar un barco de granos que un barco con productos elaborados, en contenedores. Así que es una complejidad muy grande pero que genera oportunidades laborales.
También hace falta un clima de negocios para que las grandes inversiones que se requieren para esas transformaciones encuentren un ambiente que les resulte atractivo, en el sentido de que no va a haber interrupciones de flujos, provisiones de exportaciones, etcétera.
Entonces tuvimos por un lado una situación que políticamente no favorecía esas inversiones. Un atraso de la moneda que tampoco; las exportaciones de la Argentina se han primarizado en los últimos años, o sea, no solamente productos de agro ganan lugar sino los productos de agro con menos valor agregado.
— Hicimos el camino al revés.
—Hicimos un camino exactamente al revés. Si uno va a hacer una inversión grande, lo que se llaman activos específicos, o sea una industria que no se puede usar para otra cosa, antes de dar ese paso, necesita ciertos requisitos que en los últimos años se dieron muy limitadamente, y entonces, a diferencia de algunos de nuestros vecinos como Brasil, nuestro porcentaje de producción de maíz o de soja que es transformada en proteínas en la Argentina es mucho menor. Y detrás de ello, lo que genera es una menor cantidad de puestos de trabajo.
Hay también toda una estrategia geopolítica que debiera estar acompañando.
— Justamente, ¿no hay también una restricción externa? Una dificultad para acceder a mercados.
— Esto se construye. Veinte años atrás esta era una razón fuerte, porque no había tanta demanda de productos elaborados. Pero la verdad que si Chile es un gran exportador de cerdo y de pollo con maíz y soja de la Argentina pagado a precio internacional me parece que hay pocas excusas. ¿Por qué no lo hace la Argentina? ¿Por qué Brasil se transformó de importador de carne vacuna de la Argentina por muchos años a primer exportador de carne vacuna? Y lo es de pollo y de cerdo. Hay pocas excusas. Tenemos que mirar hacia adentro. Y cuando uno mira, escucha cosas que suenan a pensamiento antiguo; por ejemplo, China va a comprar sólo granos, y eso no es así. China es el principal comprador de carne en el mundo y nuestro principal comprador en volumen de carne vacuna. China es el primer comprador de pollo y de cerdo. La tasa de crecimiento de productos elaborados como alimentos en los últimos años en China está creciendo entre 15% y 20% por año. Pero la participación de la Argentina en ese negocio cayó: era de 2% y hoy es 0,5% más o menos.
Entonces las razones son propias. En este caso no hay que decir que el mundo nos juega en contra, nosotros hemos jugado desalineados con el mundo.
— O sea, no tenemos una estrategia.
— No la hemos tenido.
— Ni un estudio de campo…
— No mucho. Por eso hace algunos años comenzamos a hacer una serie de simposios anuales donde, con un horizonte al 2030, estamos intentando reflexionar con las embajadas de los principales países demandantes qué van a necesitar ellos hacia 2030. Y hace tres años nos enfocábamos en el Sudeste Asiático.
— Claro, ustedes están también poniendo el foco en otras regiones y no sólo en China…
— Exacto, este año trabajamos con África subsahariana, el año pasado con los países árabes. En el mundo árabe -norte de África y península arábiga- hay 350 millones de personas, y ellos, cada uno de ellos, importa tres veces lo que un chino, con lo cual ya casi estamos casi en la dimensión de un mercado chino: 350 por 3 da 1050 millones contra 1300 que es la población de China. Y el mundo árabe demanda productos con más valor agregado. El principal comprador global de pollo es Arabia Saudita; el principal vendedor en ese mercado es Brasil. Es un pollo de 1,200 kilos sacrificado con rito halal. Hay una empresa argentina que ya está incursionando en este mercado. Es posible. Hay que organizarse, generar mayor competitividad, y tenemos todo para hacerlo, salvo las inversiones, para las cuales hay que generar un ámbito que pareciera que en los últimos meses está mejorando.
— Y el tema eterno que fue la excusa para poner las retenciones, o una de las excusas, que es decir que no le vendan después a los argentinos a precios…
— La mesa de los argentinos.
— Cuidar la mesa de los argentinos, exactamente.
— Eso lamentablemente ha sido un gran cuento. El año pasado hicimos un estudio a nivel de Sudamérica, y la Argentina, que es el gran productor y exportador de trigo tiene el pan el doble –que como se fabrica en todos lados permite comparar-, los argentinos lo pagamos el doble que la media de Latinoamérica. Y nuestros productores reciben la mitad. O sea, en el medio alguien se queda con esa diferencia. O cuando vemos el gran desquicio con la carne vacuna, con las previsiones de exportación, etcétera, bajamos fuertemente el stock ganadero de la Argentina y hoy tenemos la carne en precios récords. Casi no es competitivo exportar porque paga más el mercado interno. El valor del ternero hoy es el doble de la media histórica. O sea que haber atentado contra la producción generó situaciones en las que los consumidores argentinos y los productores fueron los que perdieron y, en el medio de la cadena, hay actores que se quedaron con la parte del león.
— ¿Es posible remediarlo esto?
— Hubo una primera tanda de medidas importantes que tomó el gobierno actual, retenciones, moneda, etcétera. Esos fueron un par de requisitos; ahora viene una sintonía fina que requiere de todos estos elementos y hay uno que es sustantivo que es encontrar mercados. La Argentina y el Mercosur en general no han participado mucho de la generación de acuerdos de libre comercio y esto que se está lanzando últimamente de la Unión Europea con el Mercosur y el Mercosur con la Alianza del Pacífico me parece que es un camino importante y que debería incluir una América Latina unida. Ningún país por sí mismo, por más grande que sea, va a poder lograr mejores condiciones de negociación que si se suma al resto de los países. Una América Latina bioceánica, Pacífica y Atlántica, integrando entre sí actividades e inversiones.
— En estos años se habló mucho del Mercosur y de integración latinoamericana pero después con China, por ejemplo,todos negociaron por separado.
— Claro, y China sacó la parte del león, ¿no? Creo que detrás de muchas de las acciones de los últimos años, hay un desconocimiento, una desvalorización del valor estratégico de los alimentos. La Argentina y Brasil juntas representan más del 60 por ciento de las exportaciones de soja. Y la soja es la clave en la alimentación animal vinculada al aumento del consumo de carnes. Sin esa soja importada, ni China ni buena parte de los actores del mundo tendrían posibilidad de producir su pollo, su leche, su carne, su cerdo, etcétera. Juntos podemos negociar mejor eso que estamos dando y que en esa negociación se permita que parte de ese agregado de valor se realice en el territorio, quizás con inversiones mixtas de estos países que participen en la producción. Muchos de los expertos que traemos del mundo a hablarnos sobre las demandas de sus países de acá al 2030 nos dicen que un formato de asociación de empresas donde la local de la demanda que conoce su mercado, conoce la cultura de consumo, se asocie a una que le provea los instrumentos desde nuestros países permitiría sacar mejor provecho de las virtudes de cada uno. ¿Por qué es estratégico eso? Porque sólo el 10 por ciento de la población del mundo vive en países con excedentes de alimentos. Y hacia adelante eso va a seguir siendo así, no habrá nuevos actores que se sumen.
Pensemos por ejemplo que China produce 50 millones de toneladas de peces. La Argentina produce 3 millones de toneladas de ganado vacuno. Es decir, 16, 17 veces nuestra producción de carne, ellos la producen en pescado. Ese pescado come soja y maíz, son vegetarianos, no es trucha, ni salmón, son carpas, especie que en condiciones naturales comen vegetales. Consumen casi el mismo alimento balanceado que un cerdo o un pollo.
Entonces, todo ese conjunto de proteínas animales están generadas con maíz, en buena parte producido localmente en cada uno de los países, y soja que es importada de la Argentina, Brasil y Estados Unidos; más del 80% es de esos 3 países. Por eso digo que es estratégico este tema.
Entonces, hacia adelante, ¿qué significa el supermercado? Hay tres olas importantes: una, los productos más primarios, los granos, los commodities, la Argentina produce a bajo costo, hay que seguir haciéndolo. Hay una segunda ola que es transformar eso en proteínas animales…
— Criar acá.
— Producir acá. Y la tercera es llegar a los alimentos elaborados, que eso sería lo más cercano al supermercado. Es un poco más distante, requiere más inversiones, es más complejo, pero también genera más trabajo. En esas tres olas estamos montados en distintas categorías. En una, muy importante; en la segunda, la transformación todavía muy al comienzo, queda mucho por hacer. Y en el tema de alimentos es incipiente.
— ¡Podríamos por ejemplo producir los pescados acá?
— Podríamos producir los pescados, los pollos, los cerdos, como hacen Australia y Nueva Zelanda, que venden buena parte de su parte de carne vacuna y de cordero a China en platos elaborados ya con guarniciones, condimentados y cocidos.
— Como bandejas.
— Como bandejas para calentar. De eso, en el mundo, como dije, se prevé que, del 30 al 40 por ciento que se consume hoy en los países más avanzados vamos a estar dentro de 20 años en torno al 60 por ciento. Hay una oportunidad muy grande de negocios. Pongamos solo el caso de China, 1400 por 4 platos por día por 60% es un número gigantesco, son millones de platos al año. Bueno, un 1% de eso generaría centenares de miles de puestos de trabajo en el conjunto del territorio de la Argentina.
—¿Los políticos, le preguntan a usted o a otros especialista esto que yo le estoy preguntando?
— No hay tradición de que eso ocurra. Hay algunas cosas puntuales que están pasando, pero que no es la tradición. Y eso se nota porque cuando hay que indagar o averiguar sobre determinadas cuestiones bueno, no es el primer pensamiento buscar a nuestros científicos o a nuestra gente. Y hay mucha gente valiosa que está haciendo cosas importantes en torno a estas ideas que expongo. Pero creo que hoy el sistema productivo tiene, por lo menos para el sector de alimentos, un mejor encuadramiento para poder incorporar esas transformaciones que el sistema científico esté generando.
— Por último, hay un tema ineludible: ¿qué pasa con los argentinos que no comen bien? Esa paradoja eterna de que podríamos alimentar a muchísima gente en el mundo pero no alimentamos bien a nuestra propia población.
— Si la media de la población argentina comiera dietas saludables, deberíamos duplicar la actual producción de frutas y hortalizas, solamente para eso. O sea, cuando hablamos de alimentar a 400 millones, es desde el punto de vista calórico, no integralmente. En términos calóricos, nuestra producción de cereales y de soja, involucra el equivalente a dietas calóricas de 300, 400 millones de personas. Actualmente tenemos unos 2 millones de chicos con dietas deficitarias en la Argentina. Los casos graves, los más serios, están en torno del 10% de eso, unos 200 mil, pero en la Argentina no hay ninguna excusa además porque cuando uno calcula los recursos que se necesitarían para resolver eso, son menores que el déficit de Aerolíneas. No hay ninguna excusa ni económica ni de ningún tipo para que en la Argentina haya un solo chico con dificultades para acceder a una dieta saludable cada día.
También hay que dejar claro que cuando uno hace cargo sobre la dirigencia no es sobre el último gobierno solamente; esto viene de arrastre. En algunos casos se han profundizado algunas deficiencias y en otros ha habido mejoras. Pero debería haber un consenso más generalizado y efectividades que traduzcan ese consenso en acciones. Mi esperanza es que eso ocurra y bueno, todas las actividades que estamos intentando desde distintos lugares y organizaciones van en ese sentido.