Algunas ideas para sacar al Mercosur del estancamiento
De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual
Félix Peña, Clarín, 1 de agosto de 2021
El Mercosur estaría estancado. Es una apreciación que por momentos se vendría instalando en sus países miembros, tanto en sectores gubernamentales, como en los empresariales y, también, en medios de opinión.
Se reflejaría así la impresión de un proceso carente de dinámica y sin resultados concretos que estén a la altura de las nuevas realidades internacionales. Algo así como que la idea que ha impulsado el Mercosur sería antigua e incluso obsoleta.
Pero, más complicado aún, lo que se está observando pondría en evidencia la ausencia de liderazgos políticos y de relatos colectivos como los que hubo en sus momentos fundacionales.
Quizás ello estaría resaltando la importancia que tiene para la construcción de un espacio de integración entre naciones contiguas, la existencia de un relato atractivo sobre por qué y cómo trabajar juntos.
Es un relato que debe asentarse en la permanencia y vigencia de lo acordado en los momentos fundacionales pero, a su vez, en su continua adaptación a lo que se observa en la lectura de nuevos desafíos y realidades.
Dos cuestiones sobresalen en lo que aparentaría nutrir hoy una visión que podríamos denominar pesimista sobre el Mercosur. No son por cierto las únicas.
La primera se relaciona con el arancel externo común y la segunda con la denominada “flexibilidad” en el abordaje de negociaciones que incluyan preferencias comerciales con terceros países, especialmente cuando en ellas no participen todos los países miembros.
Ambas cuestiones están instaladas en el pacto constitutivo del Mercosur, esto es, el Tratado de Asunción de 1991. La lectura combinada de sus artículos 1, 2 y 5 avalan tal afirmación. Según lo pactado, el nivel de protección que resulte de la aplicación del arancel externo común debe ser determinado en forma conjunta por los países miembros y también la agenda de negociaciones comerciales con otros países.
En debates actuales se suele señalar que esta última es la resultante de la Decisión 32/00 del Consejo del Mercosur. Sin embargo, la simple lectura de su artículo 1° permite apreciar que en tal Decisión “se reafirmó” el compromiso de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona, por los cuales se otorgan preferencias arancelarias. Esto es, que el compromiso ya existía y que proviene del propio Tratado.
Y quizás también del hecho que, cuando se negoció el Mercosur ya existiera en algunos de sus países miembros la preocupación por evitar que, al menos uno y quizás también varios, prefirieran negociar un acuerdo de libre comercio con los EEUU, teniendo en cuenta la Iniciativa de las Américas que su gobierno estaba impulsando justo en ese momento.
No era una posibilidad remota teniendo en cuenta lo que ocurrió precisamente con Chile, que en un primer momento se suponía que podría ser miembro del Mercosur y, tras analizar sus realidades políticas, optó por no serlo y concluyó negociando su acuerdo de libre comercio con Washington.
De las dos cuestiones mencionadas, quizás sea la segunda la que más problemas podría plantear. Imaginemos que uno de los países miembros procurara un acuerdo bilateral de libre comercio, por ejemplo con China. Y otro lo hiciera con los EEUU.
Es algo que sería factible si el Mercosur hubiere optado por ser una zona de libre comercio. Pero se optó por una unión aduanera lo que se refleja en los mencionados artículos 1,2 y 5 del Tratado de Asunción.
Eventualmente, con un relato renovado y con imaginación jurídica, sería factible conciliar un escenario de diferentes alianzas comerciales de sus países miembros con países relevantes de la competencia comercial global. Imaginemos si además agregáramos a la UE y a Rusia.
Pero imaginemos que se acentuaran las rivalidades políticas e incluso ideológicas entre los países con los cuales los del Mercosur se asociaran. Es decir que se diera un escenario en el que los efectos de las fracturas que afectaran al orden internacional, penetraran hondo en la región hoy denominada Mercosur.
Salir de un escenario de estancamiento del Mercosur trasciende entonces el plano comercial y regional. Supone un esfuerzo colectivo de entender desde la región los posibles escenarios futuros de la competencia global, entendida en forma amplia y no limitada sólo a lo económico.
Implica colocar la estrategia de los países que son miembros del Mercosur, en un marco regional más amplio, que incluya a los países de América Latina y del Caribe. Y supone, sobre todo, dejar de lado planteamientos que impliquen empezar de nuevo.
En América Latina henos caído muchas veces en esa tentación. Supone, por el contrario, interrogarnos sobre los pasos a dar a partir de lo existente, esto es, el Mercosur con sus actuales miembros y el Tratado de Asunción como hito fundacional.
¿Cuánto podemos innovar sin necesidad de abrir una nueva negociación fundacional? Ello requerirá capacidad de imaginación y de arquitectura jurídica, pero también capacidad de liderazgo como el que caracterizó tanto el momento fundacional del Mercosur, como su precedente que fue el que lideraron Alfonsín y Sarney y sus respectivos equipos. Cabe una sola pregunta a responder: ¿estará el horno para bollos?