¿Una herida mortal a la OMC?
De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual
Ignacio Bartesaghi, Revista Desafío Exportar, N° 241, Agosto 2025
Desde el 2 de abril de 2025, el llamado día de la liberación por Donald Trump, el mundo vive pendiente de los avisos del presidente por su red social Truth.
Previo al cinematográfico anuncio realizado desde la casa blanca, el presidente de la primera potencia mundial ya había anunciado su clásica guerra comercial (y no solo) contra China, su intento de revisión adelantada del T-MEC, la aplicación de aranceles para los productos no incorporados en el acuerdo de América del Norte, además de los aranceles al acero y el aluminio. Estas medidas replicaron de cierta forma lo ya implementado en su primera administración.
Luego del anuncio de los aranceles, con picos prohibitivos en algunos casos y castigando incluso a sus principales socios comerciales y también aliados estratégicos, comenzó una negociación a gran escala con China, la Unión Europea, India, Reino Unido, Japón, Corea del Sur, Vietnam, entre otros. El plazo máximo otorgado por la administración estadounidense para negociar fue el 1 de agosto, plazo que extendió por lo menos formalmente solo en el caso de México. En el período de negociaciones, se fueron anunciando acuerdos con Reino Unido, Vietnam, Japón, Indonesia, Corea del Sur, la Unión Europea, Filipinas, entre otros. Las negociaciones siguen con India y China (en este caso solo se avanzó en acordar límites inferiores a los aranceles recíprocos inicialmente anunciados). Las decenas de países a los que se les definió un arancel del 10% no tuvieron espacio para la negociación, por entender que estaban dentro de los favorecidos con el arancel considerado general.
Trump y su equipo, justifica la aplicación de los aranceles por un cálculo de déficit comercial, el que fue ampliamente cuestionado por su falta de rigurosidad técnica, además de que en algunos casos se le ha aplicado aranceles a países con los cuales no tiene un flujo comercial. Por otro lado, no considera en los cálculos de la balanza comercial las corrientes de servicios y particularmente el comercio digital, donde justamente Estados Unidos cuenta con una balanza superavitaria con el mundo entero.
Además, muchas de las medidas anunciadas por Trump mezclan aspectos de política interna e internacional, por lo que nada tienen que ver con los aspectos económicos, caso de lo ocurrido con Brasil y la intromisión en asuntos internos por el proceso judicial en curso contra BOLSONARO.
No deben buscarse justificaciones económicas a las medidas implementadas por Trump, porque es sabido que los resultados de las impuestas durante su primera administración no fueron positivas para la economía de Estados Unidos.
Las restricciones al comercio afectan a los propios consumidores, a las empresas estadounidenses en el exterior (empresas instaladas en otros países para exportar a su propio mercado con mayores niveles de competitividad), además del aumento de los costos de las empresas nacionales que necesitan insumos intermedios para producir. En definitiva, desde la retórica, Trump busca recuperar una clase media afectada por la apertura con el mundo y especialmente con China su principal enemigo, a través de un proteccionismo que forzará que las empresas regresen a su país para producir localmente, favoreciendo la expansión de la mano de obra estadounidense. Esta premisa no tiene en cuenta las dinámicas de las cadenas globales de valor; las capacidades técnicas de la mano de obra en determinadas industrias y sus costos; los insumos estratégicos, entre otros tantos asuntos. Quizás la justificación es más de orden político interno (votantes de ciertas características) e internacional (en este último caso el interés por cambiar el sistema que imperó desde la segunda guerra mundial y en donde el establishment estadounidense ya no se siente cómodo).
Lo que parece claro, es que la segunda administración de Trump está recargada, ya sea en el plano comercial como en el de la política internacional.
Desde el llamado día de la liberación, el mundo comenzó a especular sobre cómo reaccionarían las principales potencias mundiales en la negociación con Trump, ya que en la administración anterior no se trató de un guerra comercial de escala planetaria, por lo que las negociaciones con China estuvieron de cierta forma acotadas, además de que no se llegó a cumplir con las fases acordadas en su momento.
En las negociaciones Estados Unidos viola el principio de No Discriminación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en particular su pilar del Trato de la Nación Más Favorecida (NMF), ya que dicho país está otorgando aranceles diferenciales a los países en el marco de los “acuerdos” alcanzados sin cumplir con el pilar de NMF. A su vez, la potencia norteamericana está violando el arancel consolidado comprometido en la OMC.
Por otro lado, algunos de los países que cerraron acuerdos con Trump entre abril y agosto de 2025 podrían estar incumpliendo el NMF, ya que le están otorgando arancel cero a productos exportados por Estados Unidos sin hacerlo extensivo al resto de los miembros de la OMC.
Como es sabido, el principio de no discriminación mencionado tiene excepciones, pero las mismas tienen ciertas reglas para habilitarse, las que no se estarían cumpliendo en este caso debido al alcance y profundidad de los acuerdos cerrados. Debe tenerse en cuenta que dichos instrumentos no son públicos y no fueron notificados naturalmente a la OMC en el marco de estas excepciones, además de que los mismos refieren a aspectos que van más allá del comercio, una de las estrategias de Estados Unidos para imponer sus reglas.
En suma, se trata de una emergencia, a partir de un impulso de la primera potencia global que no está respetando los principios básicos que reglaron el comercio mundial y para lo cual ya no queda espacio para el reclamo formal. Cabe recordar que Estados Unidos ya había herido de muerte el corazón de la OMC que es su Sistema de Solución de Diferencias, lo que hizo bloqueando el Órgano de Apelación.
¿Y América Latina?
América Latina no ha sido la región más afectada, si bien en algunos casos el arancel del 10% impuesto por Estados Unidos viola acuerdos comerciales. El nivel anunciado en abril no era tan desfavorable si se lo compara con los elevados niveles anunciados para otros socios. En el período desde abril a agosto, las tensiones con Brasil aumentaron por la realización de la cumbre de los BRICS en Río de Janeiro y por la intromisión de Trump en asuntos internos para evitar que avance el proceso judicial contra Bolsonaro. También es cierto que Lula optó por el enfrentamiento discursivo contra el presidente de Estados Unidos.
Este escenario deja en una posición incómoda a Brasil más allá de las cerca de 700 excepciones que cubren el 40% de las exportaciones brasileñas a Estados Unidos (al cual le exportó US$ 40.000 en 2024). Las últimas declaraciones de Lula fueron algo más moderadas, pero aún firmes en cuanto a la cuestión de las razones por las cuales Trump anunció un arancel del 50%, hoy el más elevado impuesto a nivel mundial.
Lo que parece claro, es que la segunda administración de Trump está recargada, ya sea en el plano comercial como en el de la política internacional. Su clara definición es un enfrentamiento directo con China y un ataque contra los organismos internacio- nales, lo que incluso viene de antes de esta administración y en donde existen ciertas coincidencias entre republicanos y demócratas.
¿Cómo seguimos?
Para pensar en el futuro hay que salir primero de la emergencia, porque el comercio se confunde hoy con los intereses políticos internos de Trump; la guerra en Ucrania; las negociaciones en la OTAN; el conflicto en Medio Oriente o la puja por el liderazgo internacional entre Estados Unidos y China. También será necesario descifrar si se trata solo de Trump o el fenómeno va más allá de una administración.
En paralelo, el resto del mundo deberá discutir cómo sigue, aceptando que Estados Unidos está de espaldas a un sistema que debe reconocerse demoró en reformarse. Europa, las potencias asiáticas, Canadá y los países latinoamericanos deberán defender las reglas básicas de juego, pero aceptando una reforma que es reclamada por muchos y ya no solo en el plano comercial.
El equilibrio entre el pragmatismo para seguir operando en un globalización que no se frena y la defensa del patrimonio histórico de las reglas del comercio, serán claves para definir lo que será el nuevo sistema internacional.