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Tiempo de replanteos para América Latina

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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Por Osvaldo Rosales (*) para La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 10 de enero de 2012

En 2012 serán nuevamente las economías emergentes -y América latina entre ellas- las que aporten dinamismo a la economía global.

En 2020, las exportaciones sur-sur superarán a las similares norte-norte.

El avance de las economías del Sur se aprecia en el PBI mundial, en el comercio, en las inversiones, en tecnología, en reservas internacionales, en fondos soberanos. El comercio sur-sur se transforma en el segmento más dinámico de la economía mundial.

Cabe pues reevaluar las estrategias de alianzas globales y regionales, aprovechando las oportunidades del comercio sur-sur y emprendiendo una aproximación conjunta a Asia Pacífico, sobre todo, hacia China.

América latina tiene un poder de negociación elevado que no está usando convenientemente.

Puede y debe aprovechar mejor sus activos (recursos naturales, agua, tierra, biodiversidad, demografía, mercados y tamaño de las economías) en sus relaciones con China, la India y Asean; estructurar posturas comunes en los principales debates globales sobre crisis financiera, cambio climático y favorecer aproximaciones en estos temas con las demás zonas emergentes y en desarrollo.

La fortaleza regional mantiene una correspondencia crítica con su capacidad económica.

Buena parte del reciente atractivo de América latina deriva de su buen desempeño en crecimiento y gestión macroeconómica, así como de los acrecentados vínculos con Asia Pacífico. Corresponde perseverar en la adecuada conducción macroeconómica, reforzando las políticas contracíclicas y la macrorregulación prudencial. Resta aprovechar tales vínculos para diversificar exportaciones y no contentarnos con vender más materias primas.

Fortalecer el mercado regional tiene un valor estratégico para defender el empleo y el crecimiento, atraer inversión y mejorar nuestro poder negociador. Este mercado es fundamental para las exportaciones manufactureras y de servicios y, por ende, crucial para construir cadenas de valor con mayor presencia de las pymes.

La región es el principal mercado para las pymes latinoamericanas; es adonde se exporta el mayor número de productos; concentra los mayores indicadores de comercio intraindustrial y absorbe la mayoría de la IED efectuada por empresas latinoamericanas. El fuerte crecimiento de la clase media en la región refuerza este atractivo.

Quedan asignaturas pendientes.

El balance de los mecanismos de integración es insatisfactorio. La integración aún no pesa en las principales decisiones empresariales; no está en el centro de las agendas domésticas y cuesta que trascienda el ámbito de los anuncios. A veces, incluso, presiones de grupos de interés consiguen revertir u obviar compromisos comerciales asumidos con sus socios.

Fortalecer el regionalismo abierto ayudaría a mejorar la calidad de la inserción internacional de América latina. Ello demanda más bienes públicos regionales (infraestructura, energía, transporte, comunicaciones, logística, innovación) y más cooperación regional (facilitación de comercio; apoyo financiero al comercio intrarregional; cadenas regionales de valor).

Crecer con igualdad, con empleos de calidad y mejor remunerados, no está disociado de exportaciones con mayor valor y conocimiento, incluidas las de recursos naturales.

Ello no surgirá del accionar espontáneo del mercado, sino de políticas activas de desarrollo productivo, orientadas a:

- Promover los eslabonamientos entre exportaciones y el resto de la economía, aprovechando avances en tecnologías y servicios especializados.

- Apoyar la inserción de las pymes en las cadenas regionales de valor, con políticas de certificación de calidad, capacitación, reducción de la huella de carbono y acceso a nuevas tecnologías. En estos desafíos, el accionar coordinado y la cooperación regional son mejores escenarios que políticas nacionales aisladas.

Necesitamos apuestas políticas audaces en torno a modalidades de integración en línea con las principales tendencias tecnoeconómicas: intensidad del cambio tecnológico, estructuración de la producción en torno a cadenas globales de valor, premio a la innovación, internacionalización de empresas.

En el marco de estas orientaciones puede haber cabida para medidas transitorias de protección, pero los déficits de competitividad e innovación sólo se pueden abordar con un programa serio y consistente de mediano y largo plazo, ojalá apoyado en alianzas público-privadas.

(*) El autor es director de la División de Comercio Internacional e Integración de CEPAL.

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