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La calidad de la IED en la región

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 22 de febrero de 2012

Por Pedro Scarpielli(*)

No es nueva la idea de que el siglo XXI se desarrollará bajo la esfera de una China con la economía más grande del mundo. Después de su ingreso a la OMC en 2001, China se reafirmó como nuevo motor de la economía mundial. En 2005 se consolidó como la quinta economía del mundo, subiendo en 2011 al segundo puesto.

Este escenario implica un ineludible reposicionamiento de todo el globo respecto de ella; y eso es algo que los estados parte del Mercosur no pueden tomar a la ligera.

La cuestión de las economías de los países miembros sean complementarias con la china es una inmejorable oportunidad para experimentar un crecimiento exponencial en sus economías. Al contrario de lo que sucede con Estados Unidos, China sí aparece como una potencia económica que importaría productos de la región, al mismo tiempo que acercaría inversiones.

La recepción de Inversión Extranjera Directa (IED) es una de las puntas de lanza para la consolidación y conquista de cualquier estrategia de crecimiento de todo país en vías de desarrollo. En los últimos 10 años, China no sólo se posicionó como el país que más IED recibe, sino que también se convirtió en una gran emisora de inversión.

¿Podrá el Mercosur aprovechar de la misma forma la actual llegada de IED?

China ha reforzado sus relaciones comerciales con América latina de una forma voraz.

En 2010 invirtió en la región más de 15.000 millones de dólares, ubicándose así como el tercer país inversor en América latina con el 9% de participación (Cepal). También se ha convertido en el segundo socio comercial de Brasil (desplazando a la Argentina de ese lugar), y en el tercero de la Argentina; teniendo con el primero complementariedad incluso en mercados de terceros países.

Los flujos de IED pueden ser diferenciados entre greenfield y equities (o fusiones). Los primeros, corresponden a inversiones en construcción de nuevas instalaciones o establecimiento de nuevas compañías; mientras que los segundos son acciones subordinadas de las empresas, que facultan a los tenedores a beneficios residuales y se ubican en actividades ya existentes.

La IED se orienta con diferentes niveles de tecnología, y en razón de ello es el grado de impacto que causa sobre la economía receptora. Las actividades primarias (agrícolas y mineras) no llegan a catalogarse según el nivel tecnológico, ya que suponen un nivel tecnológico estándar.

En términos globales, los proyectos de equities son los principales en la IED, pero en lo que respecta a los proyectos greenfield, China e India son quienes representan la mitad de todos los nuevos registros de este tipo de inversión. Mencionado esto, ¿podrán los Estados del Mercosur usufructuar dicha IED de una forma similar a China?

Los números indican que la IED arribada a los países del bloque ha crecido, brindando cierta estabilidad y dejando sus balanzas de pagos con saldos positivos. Pero en cuanto se observan los destinos a los cuales dichas inversiones son remitidas, se descubre que el 90% de ese caudal se invierte en la extracción de recursos naturales.

¿Existe entonces una estrategia desde el bloque, o desde cada Estado particular, para lograr una diversificación de sus economías que permita continuar con estabilidad el día que falte o disminuya la IED? Siendo más ambicioso aún; ¿podrán conseguir sostener un crecimiento? ¿Posee el Mercosur un marco regulatorio unificado, estable y confiable que fomente la llegada de greenfield ? ¿Alguien está pensando en cómo intentar cambiar la balanza regional a favor de los proyectos greenfield ?

Las preguntas están sobre la mesa. Las respuestas, sólo las podrá dar el tiempo.

15.000 millones de dólares es lo que invirtió China en la región en 2010, con lo que se transformó en el tercer inversor, según un trabajo de la Cepal

(*) El autor es Investigador del Instituto de Ciencias Jurídicas y Sociales de UADE

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