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Ernesto Fernández Taboada: “A China hay que ir a vender, no esperar a que vengan a comprar”

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 15 de abril de 2024

CÓRDOBA.- “Hay que ir a vender. Muchos de los exportadores esperan que les vengan a comprar. Reconozcamos que vender a China no es lo mismo que vender a Uruguay y Brasil. Hay 140 países en el mundo que le quieren vender y no hay ningún producto exclusivo que tengamos sólo nosotros”. Quien habla es Ernesto Fernández Taboada, director ejecutivo del Consejo Argentino-Chino, una asociación que trabaja para la promoción del comercio, la cultura y el turismo entre la Argentina y el gigante asiático.

El año pasado la balanza comercial argentina registró un saldo negativo de US$6.926 millones, según Indec. Las exportaciones cayeron 24,5% interanual. Brasil fue el primer destino de estas operaciones con 17,8%, seguido por Estados Unidos 8,5% y China con 7,9%. El comercio con China se derrumbó: bajó 34,2% en comparación con 2022.

Fernández Taboada es diplomado en Relaciones Internacionales en Universidad Abierta Interamericana; experto en relaciones comerciales con la Republica Popular China y países del Sudeste Asiático; es docente universitario en temas relacionados con negocios con China, su ecosistema empresario y el acceso a diferentes mercados. Además, integra el Comité de Comercialización del Instituto Petroquímico Argentino.

Fue director ejecutivo de la Cámara de Comercio Argentino-China durante 23 años y ahora ocupa ese cargo en el Consejo Argentino-Chino. Es el editor del libro “Cultura de Negocios en China”.

Fernández Taboada califica de “buena” la relación entre la Argentina y China, aunque admite que hubo algunos “malos entendidos y chisporroteos” que “no alcanzaron a empañar la relación comercial”.

A modo de ejemplo, apunta que entre China y Estados Unidos hay tensión permanente, pero si se analiza los vínculos comerciales son cada vez más intensos. Señala que China está interesada en “toda Latinoamérica porque tenemos materias primas que necesita; es un país muy grande con un territorio inmenso pero solo el 10% es arable; necesitan importar todo. Buscan eso y por eso hay oportunidades”. Añade que, si se licita una obra infraestructura, los chinos “además de ofrecer buen precio, ofrece financiación de la sindicación de bancos chinos. Y eso es muy positivo”.

-¿Cómo está hoy la situación entre los dos países?

-Es muy bueno. Hace unos días se presentó la ópera de Sichuan y al final del espectáculo subieron al escenario el embajador chino Wang Wei y la canciller Diana Mondino, lo que transparenta que la situación está bien. Hubo quienes quisieron empañarlas. La Argentina reconoce que hay una sola China; la isla de Taiwán es parte de la República Popular China y ellos respetan la soberanía argentina en las Islas Malvinas. Hubo algunos malos entendidos y chisporroteos que no alcanzaron a empañar la relación comercial. Entre China y Estados Unidos hay tensión permanente, pero si uno analiza los vínculos comerciales son cada vez más intensos. Son excelentes clientes y proveedores uno del otro. El plano político no siempre acompaña lo comercial. Cada vez se amplia más la cantidad de productos argentinos en ese mercado, donde el consumo va variando, se amplía la clase media. De los 1400 millones, hay casi 500 millones en ese segmento; hace dos años el gobierno chino oficialmente dijo que se había terminado con la pobreza extrema, queda muy poca gente pobre extrema. En menos de 80 años se elevó el nivel de vida.

-¿Hay posibilidades de que las exportaciones argentinas aumenten en valor agregado?

-Es poco conocido que hace tres o cuatro años empezamos a exportar pequeños satélites, los nano satélites que pueden orbitar a 300 kilómetros de altura, es un producto con desarrollo, investigación e innovación de la empresa Satellogic. Hay productos que, de a poco, se van agregando a la lista. El vino es el que más creció fuera de las comodities. Vendemos carne de pollo, de vaca, soja, cebada, algodón en bruto, maderas de la Mesopotamia. Hace poco se abrió la posibilidad para el maíz y el trigo. Hay dos empresas -una de Córdoba y una de Santa Fe- que venden mozzarella. ¿Por qué? Porque hace pocos años comenzó el hábito de comer pizza y es furor. El mercado tiene una dinámica interesante, que hay que seguir.

-¿Cuál es la estrategia, según su mirada, que deben seguir las empresas?

-Ir a vender. Muchos de los exportadores esperan que les vengan a comprar. Reconozcamos que vender a China no es lo mismo que vender a Uruguay y Brasil. Hay 140 países en el mundo que le quieren vender y no hay ningún producto exclusivo que tengamos sólo nosotros. A lo mejor una Pyme cree que no tiene la entidad, pero para eso estamos nosotros en el Consejo; está la Agencia Argentina de Innovación y Comercio Internacional. Del 5 al 10 de noviembre, todos los años, en Shangai se hace la China International Impo-Expo, una feria para los productos que importa el país. China es importadora de cientos de rubros y las Pymes argentinas, pagando una módica suma, pueden estar en ese stand que monta la Agencia.

-También está la presunción de que es un mercado enorme, no apto para Pymes.

-Lo que pasa es que las empresas se asustan, pero tienen que pensar que no le van a comprar 1.400 millones de personas. Es un mercado de nichos; el chino que vive en el norte en la frontera con Siberia consume productos para sus alimentación y vestimenta diferentes del que vive en el sur. Hay que saber las diferencias culturales y de hábitos. Los chinos musulmanes no consumen carne de cerdo, pero sí otras. Hay diferentes tipos de consumos. No hay que asustarse por la masividad. Hay que empezar de a poco e ir creciendo. Hay que invertir en tiempo, en pasajes, en relaciones.

-¿Es posible competir con la producción china?

-China, hasta hace algunos años, era de costos bajos y salarios bajos. Hoy ya no lo es. Hay que pagar salarios según pautas oficiales, con aportes a la seguridad social. Eso ha hecho que algunas empresas fabricantes de calzado económico se fueran a Vietnam o Myanmar. Ya no es lo que era; también cambió la calidad. Cuando se hizo la primera apertura económica en la Argentina, en los ‘70, algunos importadores viajaron para traer productos. Iban a una fábrica donde había ítems desde un dólar a US$15, trajeron los más baratos y por eso quedó la imagen de la mala calidad. Pero no es todo así.

-¿Cree que una Pyme argentina podría ingresar a una cadena productiva china, que podría conseguir socios chinos para sus actividades locales?

-Hay empresas de todos los tamaños; no solo gigantes. Se trata de relacionarse con el sector en el que uno está. En el Consejo hemos recibido inquietudes de algunas Pymes interesadas en participar de cadenas de producción y nosotros hacemos la investigación, los ayudamos. Hay chances, cada vez más. Insisto, la clase media quiere una mayor variedad de productos; es el segundo país -después de Mónaco- donde se hace una feria de productos de lujo, Top Mark. Allí van los billonarios, los integrantes de la clase altísima, que siempre están buscando diferenciarse. Es una manera de graficar todos los nichos que existen.

-¿Dónde cree que las empresas argentinas deberían poner el énfasis?

-Tendríamos que focalizarnos y tener más presencia en el área de la Gran Bahía, en la provincia de Guangdong, en el sur del país, con 110 millones de habitantes y un PBI per cápita alto; limita con Shangai y Macao. Es interesante por sus ingresos, porque están acostumbrados a negociar con los extranjeros; no les es extraño la cultura occidental. Hace diez años era imposible, pero la evolución fue muy fuerte. Antes de la pandemia, en 2019, viajaron 120 millones de chinos al exterior y ese que viajó cambió los hábitos, quiere consumir pan, aceite de oliva, vino, manteca. El vino que demandan es de alta calidad; el barato se está dejando de vender; se eleva la vara y hay más cantidad de ciudadanos que accede a estos productos y que quiere menos soja y trigo y más carnes, lácteos, frutas y verduras. Los chinos se visten a la manera occidental, adopta marcas, los más jóvenes ya no se diferencian de los de cualquier lugar del mundo.

-¿Es una posibilidad venderles enseñanza de español, opciones académicas? Por ese segmento que viaja a estudiar afuera.

-El español es uno de los idiomas más estudiados después del inglés. Hasta antes de la pandemia el Centro Universitario de Idiomas de la UBA reclutaba y traía a estudiantes chinos; accedían a cursos de postgrado. Eso se cortó por la pandemia y por algunas exigencias migratorias muy burocráticas. Se les hizo muy difícil seguir. Hay potencialidad porque hay interés, la Argentina no es un país caro para los chinos.

-¿Cuánto entorpecen los negocios las especulaciones, por ejemplo, de que China viene por el agua, por una base militar en la Argentina?

-Los negocios no son política en la generalidad de los casos. Muchas de estas suposiciones no tienen fundamento. China está interesada en toda Latinoamérica porque tenemos materias primas que necesita; es un país muy grande con un territorio inmenso pero solo el 10% es arable; necesitan importar todo. Buscan eso y por eso hay oportunidades. Por caso, si se licita una obra infraestructura y se convoca a empresas internacionales, los chinos además de ofrecer buen precio, ofrece financiación de la sindicación de bancos chinos. Y eso es muy positivo.

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