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Efecto Bolsonaro: ¿un Brexit tropical?

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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Alejandro Vicchi, La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 8 de noviembre de 2018

Cuando todavía no termina de definirse la salida del Reino Unido de la Unión Europea, un par de frases del futuro ministro de Economía de Brasil generaron especulaciones sobre el futuro del Mercosur. ¿Podría haber un Brexit en ritmo de bossa nova?

El replanteo de los procesos de integración regional es una moda global; la iniciaron los británicos y la continuó Donald Trump embistiendo contra el NAFTA.

Lo preocupante son las reacciones de aprobación que se registraron en Argentina, tanto en redes sociales como en foros especializados en comercio exterior. Las expresiones más comunes coincidían en definir al Mercosur como un fracaso que era mejor dejar atrás. No faltaron los que reprodujeron la errada afirmación de Guedes sobre la orientación "bolivariana" del Mercosur y hasta hubo quienes culparon al bloque de "la inmigración descontrolada", otra falacia sin sustento.

Evidentemente, el Mercosur ocupa un lugar en la mente de muchos ciudadanos que no tiene correlato con la realidad. Esto es, sobre todo, responsabilidad de los sucesivos gobiernos que no han educado al soberano con precisión sobre el significado real del bloque mientras abusaban de la marca Mercosur para construcciones políticas de gran escala, simbólicas pero con nula eficacia, como el Parlasur (un órgano demasiado costoso para ser meramente consultivo) o la presidencia de la Comisión de Representantes Permanentes.

Ya sabemos que en el Reino Unido muchos de los que votaron por la separación lo hicieron basándose en mentiras y confusiones; no tardaron mucho en arrepentirse. Los argentinos no debemos caer en el mismo error.

En términos concretos, el Mercosur representa para sus miembros la posibilidad de exportarse entre sí productos con arancel cero, mientras que las mercaderías estadounidenses, europeas o asiáticas pagan en promedio un 18% de derecho de importación. Para Argentina esta ventaja es clave, no solamente por la porción que representa el Mercosur dentro de sus exportaciones, sino también porque el Mercosur es el principal mercado externo de sus manufacturas industriales, incluyendo las del complejo automotriz.

Hay un beneficio adicional para nuestro país: negociar junto con Brasil. Los países que negocian con el Mercosur se ven incentivados a ofrecernos ventajas comerciales más profundas para tener mejor acceso al inmenso mercado brasileño.

Sin el Arancel Externo Común (AEC), lo más probable es que nuestras exportaciones no sólo caerían sino que se concentrarían en productos primarios y alimentos más de lo que ya ocurre. Y si Argentina tuviera que encarar negociaciones con otros países por sí sola, debería entregar concesiones muy superiores a las que haría en bloque.

En el caso de Brasil y Argentina, la "inflexibilidad" del Mercosur no es un obstáculo sino una estrategia deliberada, impulsada por los sectores industriales de ambos lados de la frontera. No es casual que la búsqueda de un tratado de libre comercio con la Unión Europea lleve más de 20 años, y que el presidente Macri no haya podido llevarlo a término a pesar de su interés. Habrá que ver si el credo liberal del futuro ministro Paulo Guedes encuentra eco en la poderosa federación industrial paulista. El presidente Bolsonaro tendrá que entenderse con el sector nacionalista que lo respalda, que incluye a la comunidad militar, la cual no sufrió el descrédito de nuestras Fuerzas Armadas por su participación en los gobiernos de facto, en buena medida, por la orientación industrialista de los dictadores brasileños.

Los argentinos que responsabilizan al Mercosur por la falta de un acuerdo comercial con Estados Unidos deberían recordar que la propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas en la cumbre de Mar del Plata fue rechazada con entusiasmo por nuestra clase política, con movilizaciones populares masivas.

Tampoco es justo culpar al proceso de integración regional de la mala performance de nuestras exportaciones. Bastante han hecho nuestros gobiernos durante estas décadas, por acción o por omisión, para boicotear nuestras ventas al exterior: cobro de derechos de exportación, exigencia de licencias discrecionales para exportar, o directamente prohibiciones de exportar ciertos productos, restricciones varias para importar insumos y maquinarias, inestabilidad cambiaria, imprevisibilidad normativa, infraestructura y logística caras y deficientes, una aduana que encarece y demora la salida de las mercancías, financiamiento caro y escaso, cortes de energía, trabas para otorgar permisos fitosanitarios a productos exportables, o directamente pérdida de condiciones de seguridad sanitaria para exportar alimentos... todo una batería de medidas y falencias que han llevado al comercio exterior argentino a retroceder diez años.

Nunca me entusiasmó demasiado el Mercosur -me convence más el esquema de integración argentino-brasileño que acordaron los presidentes Alfonsín y Sarney; pero en retrospectiva, debo reconocer que fue prácticamente la política comercial más eficaz que Argentina llevó adelante en los últimos 30 años. En sus primeros 5 años de vida, las exportaciones argentinas al Mercosur se cuadruplicaron; mientras que la exportación total en ese lapso crecía sólo un 60%. El sector automotriz no tendría el peso que tiene en la canasta exportadora sin Brasil, que en los últimos años representó entre 60 y 70% de los destinos. Y para muchas pymes industriales, la ventaja del AEC fue clave en su internacionalización.

Claro que el Mercosur no es perfecto, aún hay muchas barreras para-arancelarias que dificultan el comercio intra-bloque. El estado actual del Mercosur no es el ideal, pero la unión aduanera no es un problema en sí mismo; por el contrario, si se actúa con inteligencia, puede ser parte de la solución.

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