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Comercio exterior: por qué la Argentina califica mal en los ránkings mundiales y cómo puede mejorar

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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Marcelo Elizondo, La Nación, Comercio Exterior, 4 de agosto de 2022

Como ocurre cada año, el Banco Mundial ha publicado sus datos comparando la intensidad de la participación del comercio internacional en las diversas economías del planeta. Argentina fue, en el último registro anual (2021), el país de menor relación del comercio internacional (exportaciones más importaciones) con su producto bruto en nuestra región (28,7%, contra 49,3% en el total de Latinoamérica). Nuestra participación en el comercio internacional planetario de bienes ronda 0,3% (era 0,4% cuando comenzó el siglo y 0,8% en la mitad del siglo pasado). Y a esa debilidad debe agregársele la relativa al comercio internacional de servicios, en el que nuestra participación planetaria fue de apenas 0,15% (la mitad de la lograda en el no muy generoso de bienes).

Padecemos una doble restricción: los argentinos que cuentan con dólares prefieren alejarlos de un ámbito público opresivo; y los que quedan dentro del sistema lo hacen forzados y basados en que no tienen más opciones fácticas.

Las relaciones económicas internacionales son múltiples y dinámicas, e integran numerosos flujos. Por caso: tenemos una cuasi obsesión con la balanza comercial de bienes, que en 2021 logró un superávit de más de US$14.000 millones, pero que en el primer semestre de 2022 solo ha llegado a unos 3000 millones -aun con un alza de las exportaciones, que es menor que el de las importaciones-. Y ello hace suponer que el saldo favorable de este año será de la mitad que año anterior.

No debe descuidarse la balanza comercial de servicios (deficitaria), que resta a aquel saldo en los bienes. En realidad, los países que funcionan normalmente generan procesos de ingreso y salida de divisas múltiples: comercio internacional de bienes, comercio internacional de servicios, flujos por rentas y por transferencias internacionales, movimientos de capitales y operaciones financieras transfronterizos. Pero la Argentina padece disfuncionalidades que la hacen muy débil en muchos de estos movimientos y extremadamente dependiente de uno: la balanza comercial de bienes.

Así, padecemos la consolidación de un sistema de débil vinculación externa. Nuestro stock de inversión extranjera directa representa (en 2021) solo 0,22% del total mundial (unos US$98.000 millones, una cifra absoluta inferior a las de México, Brasil, Chile, Colombia y Perú). A la vez que nuestra marginalidad financiera nos aleja de los mercados respectivos.

Padecemos una doble restricción: los argentinos que cuentan con dólares prefieren alejarlos de un ámbito público opresivo; y los que quedan dentro del sistema lo hacen forzados y basados en que no tienen más opciones fácticas.

Las causas

Hay, principalmente, cuatro causas de estos malos resultados en el ambiente público:

- Debilidad institucional que no garantiza derechos subjetivos (inseguridad en términos de propiedad privada, plena vigencia de contratos autónomos, resolución de controversias con garantía de objetividad legal).

- Desorden macroeconómico (especialmente en los planos fiscal, monetario, cambiario) que desincentiva proyectos empresarios de mediano y largo plazo

- Un sistema regulativo rigidizado incompatible con una economía mundial innovativa (el índice internacional de calidad regulativa apenas nos pone una calificación de 3 en un rango de 0 a 10)

- Una ausencia de arquitectura vincular internacional, especialmente por escasez de alianzas económicas con otros mercados. El 60% del comercio internacional planetario se genera entre países que han celebrado acuerdos de apertura reciproca, mientras solo 15% de nuestras exportaciones ingresan en mercados con esas preferencias. Más de 350 acuerdos de integración entre países están vigentes ya en el planeta y más de la mitad de ellos se firmó en los últimos 20 años, mientras que la Argentina no ha participado mayormente del este proceso.

Pero a ello hay que agregar razones propias del ámbito privado: padecemos una bajísima tasa de inversión que nos desacopla de la evolución tecnológica, apenas contamos con 6 de las 100 mayores multinacionales latinoamericanas, solo unas 60 empresas exportan más de 100 millones de dólares por año y nuestra competitividad sistémica cae año a año.

Para competir

Hay, al menos, siete atributos competitivos propios de las empresas exitosas en la nueva economía internacional:

- Desarrollo de estrategias acertadas con tácticas flexibles

- Participación efectiva en redes sistémicas de alianzas transfronterizas

- Una oferta innovativa de prestaciones y no solo de productos (y esas prestaciones están enfocadas a la generación de valor en el cliente -outcomes- y no solo en la venta de algo -outputs-)

- Capacidad creciente de acción dentro de los parámetros de la nueva economía de los intangibles

- Acreditación de estándares de calidad a través de la certificación para requisitos públicos pero también privados

- Generación de reputación empresarial (la empresa es mas importante que el producto)

- Presencia permanente (no ocasional).

Pues nuestro sistema desincentiva lograr estas virtudes.

El planeta asiste a una profunda transformación económica en la que conviven cinco tendencias simultaneas: una sustancial transformación tecnológico-productiva a través del desarrollo de la economía del capital intelectual; el poderoso liderazgo de las empresas más innovativas (aun por sobre el poder político nacional) que -además- conforman “ecosistemas” internacionales creativos múltiples; una creciente incidencia de la geopolítica en los negocios que obliga a los países a generar nuevas estrategias; una mayor exigencia en materia de estándares y requisitos de calidad para competir dentro de las “global innovation netwoks” y la consecuente volatilidad e inestabilidad que son efecto de movimientos coyunturales pero también estructurares.

La mejora en la posición argentina en el índice del Banco Mundial (lo que generaría mejoras en la condición general de nuestra economía) requerirá, pues, de mucho mas que una mera corrección de desajustes de la coyuntura (requisito necesario) y dependerá de la implementación de un nuevo modelo.

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