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"Terminó el tiempo de las recetas únicas" Entrevista a Guillermo Rozenwurcell

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 9 de agosto de 2011

Por Florencia Carbone

"Cada vez hay más evidencia de que las vías para lograr un crecimiento sostenido y un desarrollo económico más o menos sustentable son muchas, pero dentro de esa diversidad lo que caracteriza a los países que tienen éxito es la continuidad de las políticas y la capacidad de revertir aquellas que no funcionan."

Lejos de los pronósticos catástrofe, Guillermo Rozenwurcell critica muchas de las políticas actuales, pero cree que aún hay margen para revertir algunas cosas. Docente de la UBA, la Universidad de San Martín y el Conicet, aclaró: "No se trata de abrir nuestra economía para que entre cualquier cosa, bajo cualquier condición. Sí de reconocer que el aporte de tecnología y recursos extranjeros puede ser complementario a nuestra capacidad de ahorro y de innovación, que los necesitamos".

Luego, agregó: "El esfuerzo principal tiene que estar acá, pero no tenemos que ahuyentar a los potenciales interesados en hacer negocios. Hay que definir las reglas de juego más o menos claras y mantenerlas. Esa es la principal diferencia que me parece que existe entre la Argentina y otros países que están aprovechando mejor las oportunidades de los mercados financieros internacionales".

Rozenwurcell dijo que ése es un problema que trasciende al actual Gobierno. "Los horizontes de decisión de los empresarios argentinos son muy reducidos, y eso tiene que ver con nuestra historia política y económica. La verdad es que tenemos mucha incertidumbre sobre cómo sigue la película y entonces las decisiones tratan de reducir el período de maduración al máximo posible."

Durante una entrevista con LA NACION analizó la típica reacción local ante dilemas económicos y financieros.

"Si hoy tenemos un problema de sector externo y cambiario que no sabemos cómo encarar, y problemas de competitividad que nos cuesta abordar, la solución más inmediata y sencilla es poner barreras no arancelarias y emparchar la cosa para seguir funcionando. Lo que falta en este Gobierno, en los anteriores, y que es necesario crear a futuro, son condiciones que permitan combinar medidas políticas para las coyunturas y para las emergencias, con orientaciones más permanentes. Una vez que tenés la soga al cuello es muy difícil hacer algo."

-¿Cuál es el centro del dilema?

-Este problema tiene que ver con que no sabemos parar la inflación. Los costos laborales y muchos otros vinculados a insumos no transables de la industria manufacturera suben; la competitividad de esos sectores se ve deteriorada y empieza a haber presión para que el Gobierno haga algo. Como el Gobierno no hace ni política antiinflacionaria ni correcciones cambiarias, la respuesta acaba siendo las restricciones cuantitativas.

La situación es compleja pero es manejable. Necesitamos una política antiinflacionaria para poder tener políticas comerciales coherentes.

-¿Se puede esperar hasta octubre? Muchos analistas consideran que esas correcciones vendrán tras los comicios.

-Hay margen.

-¿Qué medidas cree que deberían aplicarse? ¿Es muy alto el costo de dilatar la toma de decisiones?

-Los costos son reversibles. Los países y los empresarios miran para adelante. Lo que pasó influye desde el punto de vista reputacional, pero si se consigue despertar el interés de las contrapartes, el pasado tiene un peso relativo. Si corregís la política y mostrás cierta claridad, no es que habrá una avalancha de inversores, pero el costo se revierte. Y este país está acostumbrado a revertir costos.

Esto tiene consecuencias serias pero estamos muy lejos de la situación que nos llevó al default. Tenemos mucho más margen de maniobra.

-¿Estamos lejos porque la situación de la economía es sana y estructuralmente buena o porque nos ayuda el viento de cola mundial, con demanda de commodities con precios record?

-Bueno, es una combinación de las dos cosas. La verdad es que hasta ahora el Gobierno mantuvo una situación fiscal sostenible. Se deterioró, pero todavía no es inmanejable.

La fuente de fragilidad principal de nuestras economías son el frente fiscal y el frente externo. El Gobierno renegoció bien la deuda, y armó un esquema impositivo que tuvo impactos pero no insalvables para los sectores primarios. Por supuesto que sería bueno tener un horizonte de hacia dónde va eso.

Además, sin duda, aprovechó las condiciones favorables, que es lo que hizo toda América del Sur. Mi preocupación es hacia adelante porque la solidez tanto externa como fiscal se está deteriorando y la manifestación de eso está en la inflación, que el Gobierno se niega a admitir, pero que en cualquier negociación salarial aparece explicitada.

La inflación es un problema no sólo por sus implicancias inmediatas, sino por sus consecuencias mediatas. Durante sus fases iniciales, incluso, parece estimular la actividad económica y no es percibida como un problema. El tema es que una vez que dejás que la rueda se ponga a girar y no adoptás políticas consistentes, la inflación tiende a acelerarse alimentada por el recalentamiento de la economía.

-¿Cómo se corta hoy esa rueda inflacionaria?

-Con una política antiinflacionaria. No hay que hacer una política de shock porque no es necesaria. No hay una situación fiscal ni cambiaria desesperada. Pero sí problemas macroeconómicos. Hay que cambiar el rumbo. La cosa más sensata es una política de desaceleración inflacionaria gradual, a la chilena. Hace 15 años, cuando empezaron los gobiernos de la Concertación, Chile tenía tasas de inflación del orden del 25%, parecidas a las nuestras. No quiso cortarlas de un día para el otro -no lo necesitaba-. Lo que se necesita es que el conjunto de agentes económicos perciba que ése es un problema que te preocupa y que estás apuntando a tener menos inflación. No es tan importante el tiempo que demores como el hecho de que mantengas un rumbo.

Si se quiere cortar de raíz la inflación de un momento para el otro, habrá costos recesivos innecesarios. Si hoy la Argentina quisiera hacer una política inflacionaria de shock provocaría una gran recesión, porque necesitaría ajustar muy fuerte las tarifas de los servicios públicos para reducir el costo de los subsidios; una corrección cambiaria inicial importante que generaría más ruido, etcétera.

Hay problemas de competitividad, pero también tiempo.

-¿Cuánto?

-Es la gran diferencia con 2001- 2002, no hay tiempo ilimitado pero sí el suficiente para adoptar políticas gradualistas. Hoy la palabra clave es gradualismo, pero sobre la base de admitir que hay problemas y hay que corregirlos.

DIXIT

"Estamos haciendo las cosas al revés. Estamos subsidiando la energía y el transporte de forma tal que cada vez producimos menos energías, sobre todo combustibles, y tenemos peores servicios de transporte"

Guillermo Rozenwurcell

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