Al ritmo de la nueva competitividad
De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual
La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 17 de junio de 2014
Por María Florencia Carbone
La globalización todo lo alcanza, hasta el lenguaje. Cada día nacen términos que buscan reflejar nuevos fenómenos y viejas definiciones intentan adaptar sus significados (y componentes) a la nueva realidad. ¿Qué significa hoy ser competitivo? ¿Cuáles son los factores que hacen que un país alcance esa categoría? ¿Es correcto hablar de una nueva competitividad?
"Estamos en un mundo en el que se vuelven obsoletos los contrapuntos del tipo blanco negro, que tienen que ver con las ideologías", dice Félix Peña. Hoy nadie puede imaginar un desarrollo económico sin Estado, pero tampoco sin empresas productivas. No hay lugar para que el sector público y el privado actúen separadamente, si hasta casi es anacrónico hacer esa distinción, agrega el director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC.
En el nuevo panorama se redimensionan las fronteras: por un lado, el trabajo interno de cada país es clave para su mejor posicionamiento en el mundo (educación, transporte, infraestructura, ambiente para los negocios, etc); por el otro, tan o más importante que las facilidades para salir del país son las regulaciones para ingresar en él (definitivamente las importaciones dejaron de ser "las malas de la película").
"Un país es competitivo cuando cuenta con políticas apropiadas para que se preserven los equilibrios y todos los elementos estén alineados para hacer que sus bienes y servicios lleguen a los mercados internos y externos en condiciones que satisfagan al consumidor. Hace algunas décadas, los aranceles eran el factor que marcaba la diferencia en la competitividad y por eso las políticas comerciales se centraban en la negociación de acuerdos internacionales", dicen Gladis Genua, directora de CAF (Banco de Desarrollo de América latina) en Uruguay, y Antonio J. Sosa, vicepresidente de Infraestructura de CAF.
LOS NUEVOS FACTORES
Ante una consulta de LA NACION, distinguieron los "nuevos factores" que hoy marcan la diferencia: costos de transporte y logística, normas o estándares de calidad que se deben satisfacer, sofisticación de los bienes y servicios producto de la innovación tecnológica, aparecen al tope de la lista.
Explicaron que para alcanzar esos factores se hace necesario preservar los equilibrios macroeconómicos a fin de que la tasa de cambio o la inflación, en términos de costos, no jueguen como elemento en contra, y particularmente construir la infraestructura necesaria para que el proceso logístico tenga los costos más competitivos y permita que los bienes y servicios lleguen a los consumidores en las condiciones más adecuadas en términos de precio y calidad.
Raúl Ochoa, de la Untref, sugiere que una mirada a las dimensiones en las que trabaja el World Economic Forum para elaborar el Indice de Competitividad basta para entender a qué se refiere "la nueva competitividad": buena educación y salud, infraestructura adecuada e instituciones que funcionen. En un segundo escalón de detalle sitúa el grado de sofisticación de los productos y la conectividad tanto física como digital ("hoy es fundamental poder comunicarse bien, rápido y todo el tiempo", acota).
De paso por Buenos Aires para participar de un seminario de la Fundación ICBC, Osvaldo Rosales, jefe de la División de Comercio Internacional e Integración de Cepal, habló de otros de los factores clave en los cambios: las cadenas globales de valor.
Tras explicar que la producción mundial se articula en cadenas de valor, detalló las tres grandes fábricas que actualmente funcionan en el mundo: la de América del Norte (con eje en Estados Unidos, vinculada con Canadá y México); la de Europa (con eje en Alemania) y la de Asia oriental (hasta hace 10 años articulada por Japón, hoy por China). Casi naturalmente, en ese esquema, dijo, para poder exportar, hay que importar.
"La tendencia es que los países y las empresas se especialicen en tareas. En 2000, las exportaciones en su conjunto tenían 20% de importación incorporada; hoy esa cifra trepó a 40% y en 20 años, según anticipó Pascal Lamy (ex director de OMC), rondará el 60%. Esto significa que cada producto exportado tendrá 60% de importación incorporada a través de bienes o servicios, cuestión que resulta muy lógica si se piensa en diseño, marketing, logística, transporte. Hay que ser bastante obtuso para creer que una sola empresa puede hacer bien todas esas actividades. El delegar es parte de detectar la ventaja competitiva que agrega a la función que puedo desempeñar", concluyó.
SUSTENTABILIDAD
Ricardo Rozemberg, investigador del Centro de Ideas-Unsam, suma otro aspecto: la sustentabilidad.
"Cada vez más la competitividad de una economía y de sus ventajas comparativas dinámicas, dependen de su sostenibilidad en el tiempo (tanto en lo económico como en lo social y ambiental). Competitividad y sostenibilidad son dos caras de un mismo proceso. No es posible ser competitivo sin ser sostenible en el tiempo. Por tanto, las prácticas predatorias para limitar la competencia o el uso de instrumentos monetarios para garantizar competitividad espuria, son ejemplos de fenómenos que pueden ser aislados y o transitoriamente exitosos, pero incapaces de ser sostenidos en el tiempo".
Por eso Rozemberg destaca que "el fenómeno de ser competitivo" no es una foto ni una situación puntual en un momento dado, sino un proceso en el cual se debe invertir todo el tiempo.
Ignacio Bartesaghi, coordinador del Observatorio América latina-Asia Pacífico -una iniciativa conjunta de Aladi, CAF y Cepal- asegura que la competitividad se define hoy por razones que no tienen ya que ver con ventajas comparativas (como en algún momento fue contar con gran abundancia de recursos naturales). "Ser competitivo en la nueva economía tiene que ver con una gran cantidad de factores que pasan por los servicios que aplicás a la producción de tu bien, los cambios de disciplinas (como la huella de carbono y la hídrica), la certificación internacional vinculada con la seguridad. A nivel país serás más competitivo si tenés mejor infraestructura, y ése es un gran déficit en América latina que nos está jugando muy en contra. Desde el vamos somos menos competitivos que los países desarrollados porque no tenemos transporte multimodal, trenes ni puertos eficientes.
La competencia aumenta y hoy no sólo se da "en el mundo" y por voluntad propia de quienes eligen salir; los productores compiten -aunque no lo quieran- en las góndolas de su propio país. Las cadenas globales obligan a las naciones a buscar "su" lugar en el mundo. Paradójicamente, en esa carrera cada vez más abierta, cobra mayor relevancia la tarea que se haga puertas adentro. En este esquema, América latina sigue cosechando aplazas.
El papel de los acuerdos comerciales. No hacer trampa con la educación
Los acuerdos comerciales ayudan a aumentar la competitividad de un país, pero no son decisivos. "Pagás un arancel menor además de tener mejores condiciones de acceso porque también se acuerdan normas fitosanitarias y técnicas, pero está demostrado que el hecho de abrirse y suscribir gran cantidad de acuerdos no mejoran la competitividad per se, es necesario que las reformas se hagan al interior del país. Es más, un acuerdo comercial si no hacés las reformas al interior de cada economía puede generar mayor concentración y beneficios a pocas empresas. La clave pasa por las reformas puertas adentro, por bajar los costos de producción. Pensar en el desarrollo de un país a los niveles asiáticos sin reforma educativa es hacerse trampa. Siempre pongo el ejemplo de Chile, que en eso está más avanzado que otros de la región: tiene una carrera de ingeniería comercial, y gran parte de sus expertos de comercio salen de ahí", dice Ignacio Bartesaghi, coordinador del Observatorio América latina-Asia Pacífico.
INFRAESTRUCTURA
Según el estudio de CAF "La infraestructura en el desarrollo integral en América latina 2013", presentado en España hace algunos días, la clave para la transformación económica y social definitiva de la región es contar con infraestructuras adecuadas.
"América latina enfrenta la oportunidad única para un desarrollo integral en la próximas décadas", destacó Antonio Juan Sosa, vicepresidente de Infraestructura de CAF. "Sin infraestructuras no podremos dar el salto" que permita desarrollar una clase media, una calidad de vida, una educación, una integración social y regional, mejores comunicaciones y, en definitiva, una industria fuerte y competitiva, agregó el funcionario.
"América latina quiere ser un continente de clases medias", comentó antes de señalar que algunos países están cambiando sus estrategias de inversión, como es el caso de Perú que, según dijo "está transformando su realidad".