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La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 25 de marzo de 2014

Por María Florencia Carbone

La amistad del Gobierno no tiene certificado de garantía. Alcanza con preguntar en Brasil o en Uruguay, que pese a ser administraciones ideológicamente afines y "gobiernos amigos", han saboreado varios tragos amargos durante la última década. Si bien es cierto que en más de una oportunidad se trató de una devolución de gentilezas, hay que admitir que la lealtad kirchnerista fronteras afuera se muestra bastante limitada. De hecho, Venezuela aparece como la excepción. Sin embargo, el retorno de Michelle Bachelet a la presidencia de Chile generó una efervescencia a ambos lados de la Cordillera, con promesas mutuas para profundizar una relación bilateral que ha tenido en los últimos años -incluso durante el anterior mandato de Bachelet, entre 2006 y 2010- algunos cruces políticos y comerciales.

Como legado de aquel primer acercamiento y muestra de la buena sintonía quedó el Tratado de Maipú, un acuerdo de cooperación bilateral suscrito en octubre de 2009 para profundizar la integración de forma complementaria al Tratado de Paz y Amistad de 1984. Pero ¿qué diferencia hay en esta suerte de revancha política que vuelve a poner a Cristina Kirchner y a Bachelet como máximas interlocutoras de dos países que comparten más de 5300 km de frontera terrestre?

El senador Ruperto Godoy (Frente para la Victoria-San Juan), presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, destaca que si bien en los últimos cuatro años (en los que gobernó Sebastián Piñera) "hubo una buena relación, ahora hay una mirada política parecida y una clara voluntad política para profundizar el Tratado de Maipú".

El ex embajador argentino en Chile entre 2003 y 2007, Carlos Abihagle, responde con una frase que -advierte entre risas- no resulta simpática a todos: "Las relaciones entre la Argentina y Chile crecerán más allá de las cancillerías".

Luego, resume los principales puntos que debería afrontar la agenda bilateral:

Infraestructura. Es fundamental avanzar en la integración física, mejorar los pasos fronterizos. "El flamante ministro de Obras Públicas (Alberto Undurraga) conoce la importancia de pasos como el Cristo Redentor no sólo para la Argentina sino para el Mercosur. Como ex intendente de Maipú sabe bien que entre el 25 y 30% del tráfico proviene de Brasil." Educación. Actualmente alrededor de 70.000 argentinos viven en Chile. Se trata de una migración mayoritariamente de clase media, con título universitario. El reconocimiento de los mismos se hace imperativo. Encadenamientos productivos. El gran desafío es empezar a trabajar en emprendimientos comunes, un campo en el que no se profundizó. El turismo es un sector bueno para arrancar. Se podría salir al mundo con una oferta común de rutas del vino integradas. Aunque admite que hasta ahora "ha habido un manejo bastante inteligente en la relación bilateral porque se ha logrado encapsular cada uno de los problemas que han aparecido y seguir adelante", Abihagle, actualmente secretario de Relaciones Internacionales e Integración Regional Universitaria de la Universidad Nacional de Cuyo, insiste en una idea: "La base fundamental en toda relación está en la relación entre los pueblos y las sociedades, por eso alentamos los encuentros científicos y universitarios, el intercambio de profesores y alumnos. Eso es lo que queda, lo otro va y viene", remata.

Marcelo Elizondo, director de la Consultora DNI, prefiere dividir el análisis en dos vertientes. La primera, desde el punto de vista del comercio. "Chile es un país de relevancia para la Argentina por la vecindad y complementariedad, pero con poco aprovechamiento de las oportunidades que nos concede. Nuestras exportaciones han venido descendiendo (fue el 3° destino y ahora es el 4°) porque las ventas estuvieron muy influidas por la energía, que Argentina exporta cada vez en menor cantidad. Por ello existe la posibilidad de recuperar terreno con bienes con potencial, como alimentos elaborados, objetos con diseño, indumentaria, calzado y muebles", explica.

"La caída en las ventas de energía nos pone ante el desafío del crecimiento. Por eso, en el inicio del siglo XXI le exportábamos a Chile el 11% del total de nuestras ventas, y hoy alrededor del 5%. Hay terreno que recuperar. En 2013 nuestro comercio exterior arrojó con Chile el más alto superávit comercial bilateral que se tenga con cualquier país (US$ 3000 millones, un tercio del total que obtenemos con todo el mundo), lo que exhibe el potencial de comercio para nuestras exportaciones en una economía abierta y receptiva, estable y demandante", agregó Elizondo.

El segundo aspecto para tener en cuenta tiene que ver con la inversión. "Chile es un gran receptor de inversión extranjera. En 2013 recibió el doble que la Argentina (US$ 20.000 millones) y está en el listado de los 20 principales receptores de IED en el mundo. Eso, ante nuestra dificultad para acceder a IED, podría deparar planes para asociaciones entre empresas de ambos países."

Por otra parte, destaca que Chile es un gran emisor de inversión, especializándose en algunas empresas que han logrado, saliendo desde Chile, nivel global (allí nacieron 14 de las principales 60 multilatinas, lo que representa el triple que Argentina).

Cecilia Baeza es una francesa de origen chileno, doctora en Ciencia Política de Sciences Po, París, actualmente profesora de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas, en San Pablo.

Baeza está convencida de que en América latina aún no hemos encontrado la forma de que "hacer funcionar" la integración. "Argentina tiene un discurso increíble en pos de la integración sociopolítica, pero es justamente con sus socios y amigos más cercanos con quienes tiene los conflictos comerciales más importantes. Chile tiene el mismo problema, pero al revés. Allá aplicaron una idea originalmente peruana: primero tener una integración económica y comercial para luego remontar a lo político y diplomático -como hicieron con la Alianza del Pacífico-. Si bien es cierto que el comercio y las inversiones se multiplicaron casi por 9, no se logró la forma de profundizar en los otros ámbitos", detalla.

¿Qué hay de diferente en este segundo mandato para pensar que pueda cambiar la relación bilateral? "La coalición es diferente y esta vez la región tiene más importancia. A pesar de su extensa red de acuerdos bilaterales, Chile está estancado y necesita avanzar. Tiene una matriz energética complicada, con un costo alto, y eso es algo que tiene resolver en la región -principalmente con Perú y Bolivia-. Chile tiene la necesidad de mirar más a la región. De todas formas, creo que no habrá cambios contundentes porque no es esa la costumbre chilena. Se verá un cambio en la narrativa de Bachelet hablando de su mayor interés por la región -ella tiene muy buena relación con Dilma Rousseff- y sin abandonar la Alianza del Pacífico se intensificará el contacto con el barrio", comenta.

¿Y con la Argentina? "El empresariado chileno no mira mucho a la Argentina, la inseguridad jurídica, la inflación, el cambio, la dificultad para la entrada y salida del capital... hoy están mucho más volcados a Perú. La verdad es que hay una visión bastante negativa de la Argentina, se ha desvalorizado mucho el país y será difícil revertir eso. Harán falta señales fuertes e incentivos interesantes. A corto plazo no veo cambios significativos, podrá haber gestos a nivel político, pero no creo que pase lo mismo entre los empresarios", dijo.

Más allá de las convicciones, la necesidad pareciera ser el principal aliado para que esta vez las cosas puedan ser diferentes. El "detalle" es que hay mucho por hacer y el historial para revertir no es de los más breves.

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