El camino menos virtuoso para crecer
De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual
Gustavo Segré y Germán Segré, La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 7 de febrero de 2012
"El fin justifica los medios."
Esta frase se atribuye a Lenin y a Maquiavelo y significa que los gobernantes pueden (¿será que deben?) estar por encima de la ética para conseguir cumplir objetivos "mayores". La frase se justificaba en la doctrina del "bien superior", en que los recursos, las propiedades e incluso las personas pueden ser sacrificadas en aras de lograr un bien mayor.
En el caso argentino, se pretende identificar este "bien superior" con la defensa del empleo y de la industria nacional. Pero es llamativa la miopía de nuestro gobierno al no ver que cerrando la economía argentina, el mundo también se cerrará para la Argentina.
Tal vez menos noble y simple sea el objetivo real de la medida. Una cuenta básica, de aquellas que hacían los viejos almaceneros, muestra que las cuentas de nuestro país no cerrarán en 2012 y se hace necesario obtener un superávit comercial superior a los 10.000 millones de dólares "a cualquier costo", incluyendo políticas que, como la actual de restricción de las importaciones, generen una "victoria a lo Pirro".
Las cuentas macroeconómicas del país sólo consiguieron equilibrarse por transferencias de diversos organismos al Tesoro nacional, y ese "pozo" se secó.
Llama la atención la falta de estrategia de largo plazo, la falta de políticas de Estado, la poca importancia que se le otorga a la búsqueda de consenso con los socios estratégicos y que, en su lugar, tengamos normas que emergen al ritmo de la necesidad inmediata, trabajadas casi exclusivamente sobre la modalidad del "ensayo y el error": se lanza una norma, se esperan las críticas -locales e internacionales-, se evalúa el impacto y luego de ganar tiempo, se negocian excepciones.
De los varios ejemplos ilustrativos, podemos citar la reciente instrumentación de las licencias de importación no automáticas, para hablar apenas de las prácticas discutibles pero moralmente aceptadas.
CALESITA
En aquel episodio, el gobierno brasileño reclamó; la Argentina prometió soluciones que nunca llegaron; Brasil endureció la postura y colocó licencias no automáticas para productos sensibles a la economía argentina. Previsible, el gobierno argentino reclamó por los medios de comunicación; Brasil respondió por los mismos medios; los sectores perjudicados reclamaron al gobierno argentino, que aceptó negociar, y dos o tres meses después, una foto con todos sonrientes sellaba la tregua. Desgaste innecesario y que debería haberse evitado. Bastaba apenas determinar el objetivo y dejar que la Cancillería, que cuenta con gente -de carrera- muy competente, se encargara de la negociación, por la correcta y posiblemente discreta vía diplomática.
En este tiempo, la Argentina consiguió una disminución -absolutamente artificial- del déficit de la balanza comercial bilateral y les generó problemas a empresas de sectores como alimentos, montadoras y autopartistas. Lamentablemente, no debemos esperar nada diferente en esta oportunidad.
El problema es que se van agotando las medidas de contención del comercio que pueden considerarse aceptadas por los organismos internacionales -y por la lógica internacional- y volvemos de forma apelativa a las prácticas que el mundo viene tratando de extinguir desde 1944 en la reunión de Bretton Woods al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Así, quien desee importar debe contar con la autorización subjetiva de un funcionario público que recibirá un mail con las necesidades de importación de la empresa.
A esto se suma la necesidad de presentar ante la AFIP la declaración jurada anticipada de importación (DJAI), y también la normativa A-5274 del Banco Central, que establece que los importadores que deban pagar deudas en el exterior, anexen la DJAI.
Imaginemos que un empresario importó algún producto, ¿el Banco Central podrá negar la compra de dólares para que el importador pague su deuda? ¿Qué seguridad jurídica les damos a los exportadores de terceros países que le vendan a la Argentina?
Tal vez este aumento en la burocracia tenga el efecto esperado por el Gobierno: que además de complicar las importaciones, habrá pocos exportadores dispuestos a correr riesgos de venderles a los compradores argentinos.
PELIGROS
¿Qué riesgos corre la Argentina en el corto plazo?
Es infantil pretender que la Argentina frene sus importaciones y que los países con quienes tenemos operaciones comerciales acepten que se les venda, pero que no se les compre.
¿No sería más práctico trabajar para aumentar las exportaciones en lugar de intentar detener las importaciones?
Frenar las importaciones arbitrariamente, sin analizar que pueden existir insumos sin autorización de importación -que puede provocar el detenimiento de una línea de producción industrial y, consecuentemente, la suspensión de sus operarios- es contrario al espíritu de "defender el empleo y la industria nacional".
Es contrario a la lógica de la oferta y la demanda propiciar la falta de competitividad del producto argentino, dando una reserva artificial de mercado para la industria nacional, sin una política de sustitución de importaciones que permita aumentar la oferta y que tenga como objetivo que exportemos productos con mayor valor agregado y atraer inversiones productivas.
Sin oferta del exterior, con demanda local, se propicia el aumento de precios. No se protege la industria nacional.
Sin un producto que deba competir con productos del exterior se genera un "acomodamiento" del empresariado que, con un consumo local mantenido, no se preocupa por exportar y, por ende, no se aumenta el superávit comercial. Así, se necesitan más restricciones a las importaciones para que el superávit se mantenga.
Es darse un tiro en el pie.
La Argentina está dejando de ser un país con reglas claras. Sin reglas claras, los inversores no invierten, el mundo nos aísla y el país se cierra.
No es negocio. El fin no justicia los medios. El fin requiere funcionarios competentes. Menos políticos y más técnicos, y un gobierno que determine objetivos y escuche a sus técnicos.
La Argentina es un país con futuro, si los gobernantes no se empeñan en demostrar lo contrario. Un edificio requiere 24 meses para ser construido y apenas segundos para ser derrumbado.
La única forma de no preocuparse por el futuro es ayudando a construirlo.
Los autores son analistas del Mercosur y profesores de Relaciones Internacionales de la Universidad Paulista.