Diferencia entre revisiones de «Mercosur: Qué está en juego para la Argentina»
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“En un mundo de grandes potencias luchando por zonas de influencias, si no fortalecemos el Mercosur nos veremos condenados lentamente a la perdida de prosperidad y en última instancia, al sometimiento a algún Estado que domine la geopolítica internacional”, advierte Mantilla. | “En un mundo de grandes potencias luchando por zonas de influencias, si no fortalecemos el Mercosur nos veremos condenados lentamente a la perdida de prosperidad y en última instancia, al sometimiento a algún Estado que domine la geopolítica internacional”, advierte Mantilla. | ||
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Revisión actual - 09:46 14 may 2020
Alejandro Vicchi, La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 7 de mayo de 2020
Cuando el mundo entero estaba pendiente del avance de la pandemia, una noticia inesperada puso al Mercosur en el centro de la atención. Un frío tuit de la cancillería paraguaya, informando de la decisión argentina de no participar en las próximas rondas de negociación, fue suficiente para abrir una nueva controversia sobre el rumbo del gobierno, esta vez en su política exterior.
La “desconexión” argentina de las videoconferencias (el modo elegido para llevar a cabo dichas rondas en tiempos de pandemia), iría contra el espíritu de la Decisión 32/2000, una regla interna del Mercosur que obliga a sus miembros a negociar frente al mundo en forma conjunta.
Curiosamente, ese compromiso se adoptó como reacción frente a una movida unilateral de Brasil, recuerda el presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA), Enrique Mantilla. “En 1999 Brasil firmó en solitario -por fuera del bloque- un acuerdo comercial con la Comunidad Andina de Naciones, y su presidente Fernando Henrique Cardoso sostuvo que el Mercosur debía permitir que sus Estados Parte eligieran sus instrumentos de relacionamiento externo según las circunstancias”, modelo conocido como “de geometría variable”.
Aún así, señala Mantilla, Brasil volvíó a actuar por su cuenta en 2014, cuando dio a China el status de “economía de mercado”.
Negociar el otorgamiento recíproco de ventajas comerciales no es algo nuevo para el Mercosur; luego de asociar a Bolivia y Chile durante la década de 1990, durante los tres mandatos kirchneristas se firmaron tratados con 14 países de Sudamérica, África y Asia, incluyendo India, Israel y Egipto; y la presidencia de Mauricio Macri festejó el cierre de las tratativas con la Unión Europea, que se habían lanzado más de 20 años antes.
¿Por qué entonces sería tan problemático seguir por ese rumbo? El eje de la cuestión está en la denominada “agenda de extra-regional” aprobada en febrero, que incluye la continuación de negociaciones ya iniciadas con Canadá, Corea del Sur, Singapur y Líbano, y “diálogos exploratorios” con Japón, Indonesia y Vietnam.
A simple vista, se observa que empezaron a aparecer en el horizonte países que tienen una posición muy competitiva en el comercio internacional, como señala Julieta Zelicovich, investigadora de la Universidad Nacional de Rosario. “Esta agenda se diferencia de etapas anteriores por priorizar a países desarrollados por sobre países en desarrollo, y se caracteriza por buscar un aggiornamiento de los marcos normativos con los que se rige el comercio en los países miembros. Tanto es el énfasis en ese sentido, que muchas veces se termina negociando con terceros países cuestiones más ambiciosas que las que los países fundacionales del Mercosur tienen entre ellos”.
Las posturas de los expertos y las entidades empresarias que siguen con más atención las negociaciones tienden a coincidir en la comprensión de la postura oficial, aunque hay cuestionamientos a la táctica y advertencias sobre el futuro.
Zelicovich advierte sobre el riesgo de primarización y pérdida de mercados: “un modelo de integración profunda como plantean estos acuerdos, y en contexto de asimetrías de poder de mercado, y de debilitamiento de la competitividad industrial de los países del Mercosur, terminan llevando a una inserción comercial internacional mucho más primarizada, con posibilidades para aquellos sectores que tienen ventajas comparativas (alimentos por ejemplo), pero con altos costos para el resto; y con reducción incluso en la participación de mercado intramercosur”.
En relación a ello, Pablo Dragún, director del Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (UIA), destacaba que “el Mercosur es el principal destino de las exportaciones de manufacturas de origen industrial, con gran impacto en la generación de empleo, en el aumento de la masa salarial y en la creación de valor agregado. Pero al mismo tiempo, el Mercosur es el principal origen de nuestras importaciones de manufacturas industriales por lo que Argentina mantiene una posición deficitaria con el Mercosur”.
“Con respecto a Corea del Sur, la situación es más sensible dadas las brechas de productividad existentes y las limitaciones sanitarias y fitosanitarias que existen sobre nuestros productos alimenticios”, puntualiza.
Tanto desde la CERA como en la UIA fueron cautas sobre la participación de Argentina en estas negociaciones. Mantilla opina que “la política comercial exterior requiere una profunda comprensión de las divergencias y encuadrarlas dentro de una estrategia de largo plazo con consultas al sector privado”, mientras que la entidad fabril expresaba en un documento reciente que “toda estrategia de inserción internacional inteligente debe tener en cuenta la problemática de la estructura del empleo, la necesidad de diversifcar la base productiva y de administrar la restricción externa y lograr dinámicas virtuosas de upgrading, escalamiento e innovación”.
Dragún reclama estudios de impacto que cuantifiquen las potenciales ganancias y las pérdidas,el impacto esperado en las exportaciones y en las importaciones, y su efecto sobre la producción y el empleo. De igual modo Mantilla acusa al Mercosur por no haber desarrollado su institucionalidad “con evaluaciones de impacto para entender qué políticas de compensación debo realizar con aquellos sectores que pierdan”.
Paloma Ochoa, de la Fundación ICBC, explica que “los acuerdos presentan siempre oportunidades y amenazas y su firma implica la necesidad de análisis, adecuación y preparación; la Argentina ha fallado en esto a lo largo del tiempo y esto contribuye al rechazo que los acuerdos comerciales tienen en algunos sectores productivos, políticos y sociales”.
“Los cambios políticos en la región en los últimos tiempos también suponen nuevos desafíos de coordinación en el marco de los objetivos de los países del Mercosur” continúa Ochoa. “La falta de coincidencia respecto del rumbo regional a tomar podría terminar de dar el golpe de gracia a un proceso de integración ya fuertemente golpeado”.
Zelicovich coincide: “en el marco de las diferencias ideológicas entre Fernandez y Bolsonaro, esta agenda, junto a la discusión por el Arancel Externo Cómún, constituye el desafío más importante para la supervivencia del bloque”.
Postpandemia
La pandemia agrega un elemento adicional cuyo impacto en el bloque aún no está claro. Para Zelicovich “un contexto de crisis, como el que auspicia la postpandemia, los estados van a necesitar un mayor espacio de políticas para volver a dinamizar los sectores industriales”, mientras que Ochoa considera posible que el efecto del Covid-19 “refuerce el cuestionamiento sobre el proceso globalizador”,
Aún así, los expertos coinciden en la necesidad de preservar el bloque y recomiendan otras estrategias para encarar estos desafíos. La Federación de Cámaras de Comercio Exterior de la República Argentina en una carta pública al canciller expresó preocupación y sostuvo una defensa irrestricta del Mercosur, planteando que las diferencias se canalicen dentro de la institucionalidad existente.
Para Romina Gayá, investigadora de la Universidad del Salvador, la decisión de retirarse de las negociaciones “sería muy desacertada”.
“Si bien el contexto internacional actual es muy complicado, lo más pertinente sería avanzar con los temas que no presentan grandes dificultades y postergar la discusión sobre cuestiones sensibles y que pueden cambiar en el escenario post pandemia, pero si nos vamos y más adelante queremos volver, corremos el riesgo de que los acuerdos ya estén cerrados por el resto de los miembros del Mercosur y que para nosotros sean un mero contrato de adhesión, como le pasó a Ecuador cuando abandonó la negociación con la Unión Europea; al volver tuvo que aceptar lo que ya habían cerrado Colombia y Perú”, advierte la economista.
“Más allá de la incertidumbre”, dice Gayá, “Argentina no puede vivir eternamente encerrada en su mercado interno”, mientras que para Ochoa, “con todas sus deficiencias, el Mercosur es para la Argentina el mejor anclaje posible”.
Mantilla marca la necesidad de un bloque homogéneo “capaz de realizar alianzas para enfrentar la posibilidad de un colapso en el sistema multilateral del comercio”, mientras que Dragún de la UIA opina que “siempre es deseable tener más fuerza en las negociaciones para conseguir mejores resultados”. En ese sentido, Zelicovich considera que “cuánto pese esta idea en las decisiones de los países del bloque es lo que va a hacer que pueda conservarse la opción de la Unión Aduanera y buscar algunos ajustes más prodesarrollo en esa agenda”.
“En un mundo de grandes potencias luchando por zonas de influencias, si no fortalecemos el Mercosur nos veremos condenados lentamente a la perdida de prosperidad y en última instancia, al sometimiento a algún Estado que domine la geopolítica internacional”, advierte Mantilla.
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