Orientar nuestra mirada al Pacífico
De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual
Eduardo Sguiglia, Clarín, 14 de enero de 2021
Quince naciones del Asia Pacífico, esa zona tan grande que desborda los mapas, acaban de constituir un bloque que tarde o temprano repercutirá en el perfil productivo de nuestro país: la Asociación Económica Integral Regional (AERI), más conocida como RCEP por sus siglas en inglés Porque varios de sus promotores son actores de peso en el comercio exterior argentino. China, Indonesia, Vietnam, Tailandia. En especial, por sus compras de harina de soja, aceites, maíz, trigo y demás alimentos de origen rural. Y otros, como Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda, gozan de una singular relevancia.
Y si se los toma en conjunto sus números impactan. Debido a que reúnen un tercio de la producción, del intercambio y de las personas que habitamos este mundo. Y abarcan a las economías que tuvieron el mejor desempeño y el mayor crecimiento demográfico en las últimas décadas. Unas dos mil millones de personas que podrían duplicarse si la India, que participó de las conversaciones hasta hace poco, decide adherir más adelante.
La AERI, que realizó su cumbre inaugural en Hanói en noviembre pasado, tiene por objetivo facilitar las transacciones en su interior durante los próximos veinte años. Mediante la reducción de aranceles y la simplificación de trámites aduaneros para un conjunto de bienes industriales y agrícolas. Y la aplicación de nuevas reglas a la propiedad intelectual, las telecomunicaciones, los movimientos financieros, la compraventa electrónica y los servicios profesionales.
De este modo, por ejemplo, la carne australiana podrá ser comercializada en el mercado japonés a un precio menor que la producida en nuestras tierras o en cualquier otro lugar del planeta. Y los que empacan calamares cultivados en Malasia estarán en condiciones de importar tecnología filipina, mallas laosianas y cajas de cartón elaboradas en los humedales de Camboya sin pagar ningún tipo de impuesto.
Los antecedentes de la AERI se remontan, por cierto, a los años setenta del siglo pasado cuando un puñado de estos países, apremiados por la inestabilidad, la insurgencia y los conflictos de oriente y occidente, resolvieron impulsar la ASEAN. Un ámbito de cooperación que en sus inicios fue auspiciado por los Estados Unidos (EEUU) y se terminó de consolidar cuando prevalecieron los procesos de paz y de liberalización económica en el sudeste asiático.
Más tarde, entrado este siglo, ocurren dos hechos relevantes que aceleraron la constitución de la AERI. Por un lado, las decisiones de Japón y luego de China orientadas a disminuir las disputas, ampliar los mercados y reforzar sus influencias en coalición con la ASEAN. En este contexto, se armonizaron las etapas de la integración y se fijaron una serie de objetivos comunes que pueden resumirse en el lema: one vision, one identity, one community. Es decir, una misma visión para una misma comunidad.
Y, por otro lado, se produjo el retiro de los EEUU, ordenado por Donald Trump, del acuerdo económico que las administraciones norteamericanas habían propuesto a la mayoría de estas naciones y a tres latinoamericanas del litoral Pacífico (Chile, México y Perú), mas no a China. En este sentido, resulta prematuro vaticinar los pasos que seguirá en esa región el próximo gobierno de Joe Biden. Si bien uno de sus desafíos consiste en resolver de un modo diferente la creciente gravitación de Beijing, sobre todo en el plano tecnológico, y su política de alianzas. Vale resaltar que China termina de suscribir también un pacto de amplio alcance con la Unión Europea (UE).
Los compromisos asumidos por la AERI, que recibieron críticas por no haber incluido aspectos relativos a la protección del medio ambiente, los derechos laborales y los intereses de los pequeños productores, tienen que ser aprobado por nueve de los quince socios para entrar en vigencia.
Aun así, sería provechoso que Argentina comience a discutir diferentes estrategias para relacionarse de la mejor forma con un bloque de esta importancia. En principio, convendría sumar iniciativas públicas y privadas para aumentar y diversificar las exportaciones, aparte de una mayor presencia en la zona. Con el fin de generar empleos e inversiones que permitan encauzar la economía. Asimismo, es dable prever el beneficio de canalizar los vínculos a través del Mercosur. Aunque esta institución, adormecida por razones políticas, aún no ha sabido avanzar con el tratado que concertó con la UE un año y medio atrás. Un instrumento que tiene por meta fortalecer el intercambio por medio de mecanismos y plazos muy largos que llevaron muchísimo tiempo convenir.
Es cierto al respecto que su texto debe ser ratificado por el consejo de ministros europeo y los cuatro parlamentos del Mercosur para ser efectivo. Que existen objeciones europeas al manejo ambiental que realiza el Brasil de Jair Bolsonaro. Y que, además, sería acertado nivelar el campo de juego porque la experiencia revela que estos tratados suelen favorecer más al comercio entre filiales extranjeras que a la industria local.
Pero ningún coterráneo supo, hasta ahora, fundamentar la flojera en promoverlo. Quizá porque se ha perdido de vista que en estas lides, ayer con la UE, mañana con la AERI, no se obtiene todo lo que uno desea. Y que el secreto, en palabras de Matsuo Bashō ya que hablamos del oriente lejano, no consiste en recorrer el mismo camino que otros sino en buscar y alcanzar lo que ellos encontraron.