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La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 19 de enero de 2010

Gracias a una buena dosis de voluntad política y necesidades muy nacionales que esta vez pueden redundar en beneficio de ambos bloques, las dilatadas negociaciones entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur parecen empezar a desperezarse.

Más allá del optimismo español, todo parece indicar que hay buenas chances para que se retome el intercambio de ofertas que se hizo por última vez en 2004.

El mundo cambió. La crisis que afectó al planeta y redujo de modo drástico el comercio, la paralización de la ronda de Doha y la buena sintonía política de los gobiernos de la Argentina y España que coinciden en la presidencia del Mercosur y la UE durante el primer semestre de este año respectivamente son algunos de los factores que forman parte del empujón proacuerdo.

No es poco, pero tampoco suficiente. Negociaciones tan complejas no se cierran en seis meses, por más buena voluntad que exista. Y en el ADN de los protagonistas -especialmente empezando por casa- predomina un historial de proteccionismo y poca afección a la apertura, según coincidieron los expertos consultados.

El proceso de negociación entre el Mercosur y la UE, iniciado a mediados de los 90, tiene por objetivo alcanzar un área de libre comercio entre ambas regiones. El intercambio de ofertas se puso en marcha en 2001, pero después de muchas idas y vueltas, las conversaciones se interrumpieron en 2004.

Es cierto que sin buena voluntad no se da el paso inicial, pero luego viene la difícil tarea de consensuar intereses y lograr que esa maraña de números, toneladas, partidas arancelarias y lobbys de los diferentes sectores, se dibuje ordenadamente en el papel.

"Los puntos difíciles siguen siendo los mismos: para el Mercosur, los temas sensibles son algunos sectores industriales, servicios y reglas para las compras públicas y de propiedad intelectual; para la UE, los temas agrícolas. La ventaja es que ya nos conocemos y sabemos qué le molesta a cada uno y qué que podemos hacer para superar ese 10 o 20% que nos faltaba para cerrar el acuerdo en 2004", dijo a LA NACION Gustavo Martín Prada, embajador de la UE en la Argentina.

El diplomático, que por estos días está concluyendo su gestión en Buenos Aires y volverá a Bruselas para hacerse cargo de la Dirección de Asuntos Latinoamericanos, figura en el grupo de los optimistas. "La idea es relanzar las negociaciones en el primer semestre. Todos queremos eso y buscamos tener éxito lo antes posible. La coincidencia de la Argentina y España en las presidencias de los bloques es una buena oportunidad y además hay una clara voluntad política", agregó.

"En 2004 faltaba muy poco para alcanzar un acuerdo, hoy la situación es mucho mejor. El mundo cambió. La economía de los países del Mercosur está mucho mejor, por ende lo está su industria y eso puede ayudar a mejorar las ofertas en el tema industrial; al mismo tiempo la política agrícola de la UE ha cambiado para bien y el Mercosur encontró una alternativa más que válida para en Asia", agregó.

En los últimos días, la vicepresidenta primera del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, pidió al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, retomar las negociaciones para lograr un acuerdo con el Mercosur durante la presidencia española. El ambicioso plan ibérico incluye la firma de convenios de asociación con países de Centroamérica y los andinos durante la cumbre iberoamericana que se celebrará en Madrid en mayo próximo.

El comisario europeo de Comercio designado, el belga Karel de Gucht, también se mostró partidario de reanudar cuanto antes las negociaciones con el Mercosur. Fue la semana última, durante una intervención ante el Parlamento Europeo, como parte de las audiencias a las que deben someterse los futuros comisarios. Entonces, De Gucht defendió la necesidad de retomar los contactos: "Estamos dispuestos a retomar las negociaciones siempre y cuando nuestros interlocutores estén preparados también", sostuvo.

Raúl Ochoa se sumó a la teoría que indica que ante la paralización de la vía multilateral, las negociaciones bilaterales tienen más chances de concretarse. "Una parte importante del camino está hecho. Lo que falta es voluntad política y puede ser que aparezca en este semestre. El hecho de que la presidencia de la UE esté en manos de España ayuda porque ellos necesitan recuperar protagonismo y esta es una forma de recuperar presencia, cosa que nuestro país también necesitaría. Brasil tiene una postura favorable al acuerdo", dijo el docente de la Universidad Nacional Tres de Febrero y del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank.

Los cambios que se produjeron en el mundo en estos años se ven reflejados en la agenda. Temas como el medio ambiente, el cambio climático y la seguridad alimentaria ocupan hoy un sitio diferente.

"El acuerdo tiene implicancias importantes en un capítulo sobre el que se habla muy poco que es la cooperación técnico-científica. Europa está lanzada a la eficiencia energética y Brasil tiene claras necesidades de transferencia de tecnología. Más allá de los temas ríspidos, tenemos mucho más para ganar que para perder. La industria automotriz, por ejemplo, que busca en la complementación lograr más competitividad frente a un nuevo eje que es China", señaló.

Desconfianza

María Marta Rebizo, economista jefe del Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales (INAI) descree que en seis meses logre concluirse el acuerdo pero admite que tal vez gracias a la decisión política se relance el tema: "Antes la UE tenía otras prioridades, ahora parece que llegó la hora de América latina. Lo que se escucha es que podría haber un acuerdo en etapas, que en una primera parte se incluyeran los productos que no tienen problemas como para ir cerrando algo y avanzar, y luego discutir el resto".

Félix Peña, director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank, no quiere pecar de ingenuo. Admitió que con las circunstancias actuales se abre una ventana de oportunidad, pero le dio sólo un 10% de probabilidad de éxito al avance de las negociaciones porque no logra vislumbrar dónde están los personajes de peso que impulsan el proceso para desatar los grandes nudos. Y eso, más allá de todo, es lo que cuenta, aseguró, al recordar su propia experiencia como negociador y testigo del nacimiento del Mercosur.

"No soy ni optimista ni pesimista. Si se lograra, tendría un gran impacto no sólo comercial y político, sino que serviría para afirmar nuestra imagen en el mundo. El Mercosur está muy desfigurado. Un acuerdo con la UE contribuiría a mostrar lo que realmente vale esta región caracterizada por la abundancia de agua, energía y alimentos. Es cierto que en los últimos años el mundo cambió y nuestra región aumentó su valor relativo en Europa muy centrada en Brasil especialmente por los últimos descubrimientos de petróleo, pero saben que no pueden llegar muy lejos con Brasil solo porque como dijo el canciller Celso Amorim, ellos seguirán con el Mercosur porque eso es sinónimo de paz y estabilidad económica y política en la región", explicó.

China

Para Peña hay un factor decisivo en esta historia: China.

"Hay un dato insoslayable que es la fuerte entrada de China en nuestra región. Tienen una experiencia más cercana de descuido con Africa y no quieren que les pase lo mismo aquí", comentó. Además, señaló otras cuestiones que tienen más que ver con temas geopolíticos de reposicionamientos en el tablero mundial. Tras el desdibujado papel que tuvo en la Cumbre de Cambio Climático en Copenhague frente al avasallante protagonismo de China, India, Brasil y Estados Unidos, Europa necesita demostrar que tiene protagonismo mundial, por ejemplo.

Gustavo Idígoras, ex agregado agrícola en la UE, utilizó la misma figura de "ventana de oportunidad" para el acuerdo. Conocedor de la burocracia comunitaria seguramente optó por el tamaño mesurado de una ventana porque aclaró: "Hay distancias grandes, aunque la UE mejoró sus ofertas industriales y el Mercosur las agrícolas y de alimentos. Creo que el Mercosur debería tener una postura más ofensiva, poner sobre la mesa qué es lo queremos y qué estaríamos dispuestos a dar, no quedarnos a esperar. La industria alimenticia argentina y brasileña deberían aceptar un acuerdo 0 por 0, que se discutió en 2004 para más de 150 productos. La UE junto con Japón y Corea tienen los aranceles para alimentos más altos del mundo. Europa ya hizo un TLC con Corea y trabaja para cerrar uno con la Comunidad Andina. Hay dificultades que tienen que ser superadas con negociaciones".

Pero, ¿qué opinan los representantes de la actividad productiva local?

Raúl Roccatagliata, coordinador del Instituto de Negociaciones Internacionales de la Sociedad Rural Argentina dijo que existe una gran expectativa para que se concrete algo pero que no son muy optimistas. "Es positivo que España coordine del lado europeo, pero no vemos con el mismo optimismo que sea la Argentina la que esté del otro lado. Si fuera Brasil, sería distinto. Nuestro país no ha demostrado una posición muy pro firma de acuerdos. A este Gobierno no le interesa la inserción en el mundo. Pero no perdemos las esperanzas. Tal vez en este semestre ponen en marcha las negociaciones y le tapan la boca a muchos. Hubo declaraciones que nos sorprenden", comentó.

Pedido

Tal vez una de ellas sea el pedido que en diciembre último hizo la Presidenta, durante la presentación de la nueva pick-up de Volkswagen producida en el país. "Uno de nuestros grandes desafíos para 2010 es el de alcanzar después de 23 años de construido el Mercosur y de 10 años de infructuosas gestiones, el acuerdo con la UE", dijo y le pidió al presidente de la automotriz en el país y ex canciller de Austria, Viktor Klima, que la "ayude" en sus gestiones.

Roccatagliata, por su parte, señaló que tanto para el país como para el Mercosur, a nivel político y económico, un acuerdo con la UE suma beneficios y oportunidades. El objetivo de un mercado común es generar acuerdos para tener accesos preferenciales. Mientras la UE sigue firmando convenios, nosotros cada vez tenemos menos accesos, comentó. Pero también puso énfasis en el capítulo de cooperación. "Un acuerdo de este tipo habilita más mercado y con ello más comercio, y atrás de eso hay más inversión y eso es más empleo y bienestar", dijo.

¿Y no tiene costos?, preguntó LA NACION. "Sí, el tema es el balance. Y creemos que es positivo. Entregaremos acceso a sectores sensibles, pero ellos también lo harán, y en definitiva se beneficiarán los consumidores con productos de mayor calidad y mejores precios. De todas formas es muy importante desarrollar políticas de mediano y largo plazo para que esos sectores no desaparezcan y se preparen para la apertura", agregó.

Miguel Gorelik, director de Asuntos Públicos de Quickfood, explicó que desde el sector de la carne se ve con gran entusiasmo la revitalización del acuerdo. Y explicó que ello significa la posibilidad de establecer una cuota de carne vacuna preferente en un mercado en el que la producción está en caída y las importaciones son crecientes, y que paga muy bien los cortes de alto precio, y resulta además un complemento ideal para una mayor producción interna de hacienda.

Marcelo Loyarte, gerente general de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI) dijo que si bien es entendible que las negociaciones llevan su tiempo, los años pasan y no se logra nada, mientras nuestros principales competidores como Chile, México y Sudáfrica acuerdan TLC con la UE y llegan con arancel 0.

"Seguimos perdiendo competitividad. Las peras argentinas entran con 5% arancel y las manzanas con 4%, además de que los números en general nos son desfavorables (ver recuadro). Hace mucho que pedimos que se retome el tema. En 2004, la oferta de la UE contempló algunas variedades de peras y manzanas pero no resultaron suficientes ni las variedades ni las épocas del año que proponían. Tenemos una posición unificada con las asociaciones de productores de Brasil. Pedimos que se agilicen los mecanismos para reencauzar las negociaciones y que las frutas se incorporen a la canasta A (que contiene a los productos que ingresan sin arancel el primer año que rige el acuerdo)", destacó.

A pesar de datos subjetivos -y no tanto- que dejan ver que las condiciones son casi ideales para un acuerdo y muestras -al menos públicas- de voluntad política para cerrar el acuerdo, la historia de desencuentros, protección mutua y reclamos sectoriales parece, por ahora, pesar más. La capacidad negociadora y de flexibilización de las partes será la encargada de redactar el final de esta historia.

Por Florencia Carbone De la Redacción de LA NACION


Cuando los acuerdos ayudan a mejorar la competitividad

Muchas veces no avanzar implica retroceder y en ese proceso la pérdida de posiciones está directamente asociada a la competitividad.

Mientras el Mercosur ni siquiera siguió adelante con las negociaciones con la Unión Europea (UE), el bloque de los 27 avanzó en la firma de tratados de libre comercio con países y bloques que son nuestros directos competidores.

Marcelo Loyarte, gerente general de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados lo explicó de modo muy gráfico: "El tiempo pasa, no conseguimos nada y mientras, nuestros principales competidores como Chile, México y Sudáfrica, acuerdan TLC, entran con arancel 0 y se vuelven aún más competitivos. Chile, por ejemplo, exporta a un costo US$ 2 más bajo por caja que nosotros. Todos sus costos son más bajos, desde los de producción y proceso hasta los laborales (en Chile los aportes patronales son del 3,4%, en la Argentina rondan el 30%)", dijo.

Los estudios que realizó la CAFI muestran, efectivamente, que las diferencias son importantes. En el caso de manzanas, el gasto FOB de una caja de 18 kg de producto argentino es de US$ 12,27 (a lo que debe agregarse 4% de arancel), mientras que las producidas en Chile es de US$ 9,55. Algo similar ocurre con las peras. El gasto FOB para una caja de 18 kg de fruta local es de US$ 12,59 (a lo que se debe agregar un arancel del 5%), mientras que la misma cantidad de pera chilena cuesta US$ 10,15.

¿Qué impacto tiene este tipo de acuerdo en la vida de los ciudadanos?

Gustavo Martín Prada, embajador de la UE en la Argentina, cree que, de firmarse ahora, en 10 o 20 años se verá que el mayor impacto se habrá dado en las inversiones, que generan más empleo. "En Europa pensamos que ayudará a consolidar el bloque más allá de los beneficios económicos y comerciales que traerá para ambas partes".

Algo parecido opina Raúl Ochoa, de la Universidad Tres de Febrero. "El comercio está atado a las inversiones. Tiene que ser un proceso dinámico en el que la mayor ganancia por el tamaño relativo será para nuestra región. En la agenda aparecen además nuevos temas como cuánto impactaría un acuerdo de este tipo en las corrientes de turismo, el desarrollo del diseño o el mejoramiento de servicios de salud, arquitectura, etc, que ya se prestan desde nuestros países. Estos acuerdos no tienen que mirar al pasado sino a los próximos 10 años."

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