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La importancia y las limitaciones de la adhesión a la Nueva Ruta de la Seda

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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Marcelo Elizondo, La Nación, Comercio Exterior, 10 de febrero de 2022

El gobierno argentino anunció su incorporación a la “Nueva Ruta de la Seda” (Belt and Road Iniciative), que fuera lanzada por la República Popular China en 2013 y cuya principal finalidad es impulsar inversiones en infraestructura para favorecer el comercio internacional con el gigante asiático. Mas de 140 países y 30 organizaciones internacionales ya han signado algún grado de vinculación con el programa. Estos acuerdos no son tratados “comerciales” sino que buscan inversiones para obras alentadas por China.

En un marco de poca internacionalidad argentina, el acuerdo tiene relevancia especial. China es el segundo mayor socio comercial argentino en el planeta (casi US$19.000 millones de intercambio bilateral sumado en 2021, con superávit anual para China de unos 6.500 millones). China provee a Argentina por más del 20% del total de compras desde el exterior, pero Argentina (que logra en China 8% de sus exportaciones) provee a China por solo 0,3% de sus importaciones. China es el segundo principal proveedor argentino, aunque Argentina es solo el cuadragésimo del gigante asiático.

La necesidad china de aprovisionamiento de agroproductos, minerales y energía abre posibilidades que pueden alentarse por este pacto, pero que requieren más que lo previsto en el mismo: inversión, capacidad productiva, calidad, servicios conexos. Por supuesto que la infraestructura de soporte (a lo que apunta el BRI) es crítica, pero hay otras materias relevantes que deberán ser consideradas (condiciones regulatorias, macroeconómicas, políticas y productivas).

Ahora bien: una evaluación política es importante en esta instancia: muchos países han adherido al BRI como parte de una integral e intensa actividad internacional. Chile, por ejemplo, con una histórica política de intenso relacionamiento internacional (lo que le permite exportar cada año más que Argentina), ha adherido al BRI pero ha signado también tratados de libre comercio con más de 70 países entre los cuales están Estados Unidos, Australia, Canadá y la propia China; además de haber acordado una asociación económica con la Union Europea. Y ello lo convierte en un actor multipolar y le permite activar una intensidad comercial manteniendo una postura geopolítica (menos incómoda) que no lo haga dependiente de alguno de ellos.

Intensificar relacionamiento económico sin convertir esa actividad en una toma de posición en las disputas de poder mundial debería ser, en esta instancia, algo requerido para nuestro país -que tiene mucho más que perder que para ganar si desborda la conveniencia comercial e ingresa en terrenos más complejos-.

A diferencia de lo que ocurría en los tiempos de la Guerra Fría -en los que las disputas geopolíticas ahogaban las relaciones comerciales- hoy (debido a la enorme relevancia del sector privado, que adquirió potencia propia) las relaciones económicas pueden ser despejadas de las disputas geopolíticas. Ello se evidencia en que las dos potencias que más disputa geopolítica generan entre sí, que son Estados Unidos y China, son plataforma de la mayor intensidad comercial internacional recíproca en el mundo (sus exportaciones reciprocas equivalen al 10% de todas las exportaciones mundiales y ninguna relación comercial en el mundo suma un importe mayor).

Esta adhesión argentina tendrá mayor valor, pues, si forma parte de un camino general de búsqueda de mayor internacionalidad; y tendrá mayores costos si significa un traslado desde la búsqueda práctica a una adhesión geopolítica en las pujas de poder mundial.

Con todo, debe decirse que el mejor instrumento para incrementar las relaciones económicas internacionales en el mundo siguen siendo los acuerdos comerciales de apertura reciproca: pactos de integración comercial que facilitan el comercio por reducción de obstáculos arancelarios y por confluencias regulatorias.

Pues no es esta adhesión al BRI uno de esos casos.

El 60% de todo el comercio internacional global ocurre por empresas que operan entre países que han celebrado acuerdos de apertura comercial reciproca (solo 10% de nuestras exportaciones acceden a mercados con preferencias).

En 2021 se firmaron 19 nuevos acuerdos en el planeta (en 2020 fueron 37). Y según la WTO hay ya vigentes en el mundo 353 acuerdos de apertura comercial reciproca, habiéndose celebrado más de la mitad del total en los últimos 20 años (de ese total, 170 liberan el comercio de bienes entre socios, 181 los de bienes y servicios y 2 lo hacen solo en el comercio de servicios).

En los meses recientes (aun pandémicos) se celebraron relevantes acuerdos nuevos, como los pautados entre Reino Unido y México, ASEAN y Hong Kong, AFTA con socios asiáticos, Reino Unido y Unión Europea, Corea del Sur y Reino Unido, Indonesia y Australia, Israel y Ucrania e Israel y el Reino Unido. En 2022, además, se ha puesto en marcha el más grande pacto comercial en el mundo (en Asia): el RCEP.

Pues hasta ahora Argentina ha privilegiado acuerdos de contenido político sobre los que liberan la actividad privada. Estos últimos (reduciendo obstáculos comerciales entre países) abren mercados.

Ellos, así como superiores condiciones locales (logrando mejores marco regulativo, régimen cambiario, sistema tributario y condiciones macroeconómicas) deberían ser considerados condiciones complementarias al paso anunciado en Asia hace unos días.

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