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Félix Peña: "Nos acostumbramos a que nada cambiaba en el mundo de la posguerra"

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 2 de noviembre de 2017

Por Nieves Guerrero Lozano

El tema del derecho en las relaciones comerciales fluye naturalmente cuando quien habla es Félix Peña, un argentino experto en el tema, porque como bien él lo señala, todas estas relaciones están regidas por normas "que interactúan en la realidad" y, ante los cambios que experimenta el mundo, "esto tiene más validez y más importancia que antes. En este momento aparece un cuestionamiento a las reglas de juego planteadas por parte de Estados Unidos, entre otros países. Entonces, éste deja de ser un tema jurídico; ya es un tema político, de impacto económico, cultural, de todo lo que incide en las relaciones entre las naciones. De eso se trata", sentencia.

-¿Hacia dónde apuntan las nuevas relaciones en el comercio internacional?

-Creo que la principal característica hoy es la complejidad y una incertidumbre que no permite tener muy claro hacia dónde van las cosas. Está todo sujeto a cambios que no se pueden prever demasiado. Entonces, hay que analizar cuáles son los factores que inciden en esos cambios; por ejemplo, si vamos a competir y jugar conforme a las reglas o no. Lo que pasa es que nos habíamos acostumbrado a que las cosas no cambiaban en el mundo de la posguerra, con reglas muy estables garantizadas por el rule maker principal: Estados Unidos. Pero ahora, ese rule maker cuestiona las reglas.

-¿Cómo se proyecta la Argentina en este nuevo escenario?

- Veo por lo menos dos dimensiones en relación al papel de la Argentina. Una es lo que este nuevo escenario significa como fuente de oportunidades para nuestro país y nuestra región, por la capacidad que tiene y que puede producir, pero particularmente por la experiencia que hemos desarrollado de mezclar gente, culturas. Ésta es una región de mestizaje y esto da ventajas muy fuertes, lo cual implica conocer y apreciar la diversidad, y es muy difícil imaginar algún país en el cual sea posible olvidarse de la Argentina a la hora de definir negocios. La clave es descubrir el qué y el cómo podemos llegar con lo que aquel país puede demandar.

-¿Cómo prepararse para captar las mejores oportunidades?

-Tenemos que entender la diversidad en los países del mundo y en esto los académicos y la prensa cumplen un papel muy importante. Pero al mismo tiempo hay que tener en cuenta que el número de países es amplio, diverso, y que cada protagonista tiene múltiples opciones; por lo tanto, no es llegar a un país diciendo "acá vengo yo", porque cuando uno llega tiene que hacer cola. Los argentinos tenemos que llegar con productos y servicios inteligentes, no sólo con commodities.

-Usted mencionaba dos dimensiones a tener en cuenta.

-Hay una segunda dimensión que también es importante; lo señaló el presidente (Mauricio Macri) y creo que tiene razón, que como región tenemos una oportunidad casi única, en este momento en que se está tomando conciencia de los cambios y de la incidencia de los cambios en la gobernanza comercial internacional. Tenemos la ventaja y la responsabilidad de ser sede de la conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de ser la sede país de la cumbre del Grupo de los 20, todo eso en un año. Hay que visualizar esto como un proceso que ya se inició y en los dos casos la Argentina y la región tienen la posibilidad y la responsabilidad de ser un broker, un país puente. Creo que por dimensión, tamaño y cultura, tenemos muchas ventajas para intentar serlo. Y eso tiene un valor enorme, porque hoy en día los países más atractivos en materia de inversiones, aquellos donde las grandes cadenas de valor buscan tener un epicentro, son los países puente. Es difícil que sean puente los grandes jugadores, sí pueden ser los intermedios y esto creo que es lo que podemos desarrollar desde América del sur.

-¿Dificulta ese desarrollo el hecho de tener en la región países de grandes extensiones y otros más pequeños?

-Eso de considerar a un país grande o chico en cierta medida es antiguo. Hoy en día, cuando salimos a buscar consumidores pueden estar en uno chico o en uno grande y encontraremos distintos tipos de consumidores. Por eso hay que entender y apreciar la diversidad, apreciar más el valor de regiones que de países. Tengo la impresión de que el mundo se ha vuelto una implacable fábrica de obsolescencia; continuamente uno está constatando lo antiguo que está, porque se produce el colapso de teorías, paradigmas, conceptos. No quiere decir que no los haya; sino que tenemos que estar constantemente adaptándonos a los cambios. Para poder exportar hay que entrar en territorios aduaneros y ahí sí el tamaño importa, pero no podemos hacer de eso un tema central de nuestra estrategia, que tiene que consistir en ir adonde tenemos posibilidades de colocar lo que sabemos hacer, con el talento que tenemos instalado en nuestra sociedad, en buena medida gracias al origen de nuestra gente, que proviene de tantos lugares, e incluyendo a los pueblos originarios.

-¿Cómo se para el Mercosur frente a las nuevas reglas?

-El Mercosur surge de la experiencia que tuvieron argentinos y brasileros, fundamentalmente (los ex presidentes) Raúl Alfonsín y Tancredo Neves, cuya idea fuerza fue la de trabajar juntos, sin pelearnos. ¿Está lejos de haber cumplido los objetivos? Por supuesto. ¿Las reglas pueden estar un poco obsoletas? Sí. ¿Qué es lo que hay que hacer? Aggiornar; poner al día. Y aquí viene la dimensión existencial y la metodológica: por qué trabajamos juntos y cómo trabajamos juntos. Es esencial concertar qué queremos hacer los próximos cien años, para lo cual tenemos que ponernos de acuerdo en qué vamos a hacer el próximo año. Porque colapsó también lo del largo o el corto plazo. Los dos son importantes. Los países tienen que tener una idea clara de qué quieren y qué pueden, si no tienen bien clara esa estrategia, son boleta.

-¿Argentina sabe qué quiere?

-Creo que sí. Buena parte de su gente desciende de otra que vino de afuera y a través de esa mezcla se ha generado un país que tiene una trayectoria, con recursos naturales y la capacidad de producir varias veces superior a la que podemos consumir. También somos muy creativos en la región; lo que pasa es que necesitamos acentuar una visión optimista acerca de lo que podemos hacer. Creo que en este momento resulta difícil imaginar gente, particularmente joven, que esté soñando con un pasado; la gente joven de América latina sueña para adelante. No tenemos garantizado el futuro y tengo serias reservas de que van a llover inversiones. Todo lo que podés conseguir lo tenés que trabajar, a través del uso de la inteligencia. No hay lugar en el mundo que esté esperando ver qué hacemos nosotros.

-¿China es un ejemplo a seguir?

-Para analizar la experiencia China hay que hacerlo atentamente; es un gran mercado adonde todo el mundo quiere llegar a venderles lo que sea, y ahí sí tenés que hacer cola. China, sin romper con su pasado, ha tenido la capacidad de innovar en la cadena de valor para trepar, empezando por abajo, poco a poco; eso requiere de tiempo, de una visión de oportunidad y un esfuerzo cultural muy grande, producto de mucha historia que nosotros no tenemos. Pero sí tenemos que aprender de eso, que se trata de conciliar el corto plazo con el largo plazo. Hay que tener conciencia de que las dos dimensiones son fundamentales y que si querés, son compatibles. Si no las compatibilizás vas a tener gran dificultad de que sea sustentable lo que estás haciendo en el corto plazo. Tengo la impresión de que hoy estamos más inclinados a debatir todo esto, en buena medida por ese dato de que la gente joven no quiere correrse a ningún pasado.

"A los jóvenes hay que hablarles claro"

Al profesor Félix -o Félix "a secas", como gusta que lo llamen- le complace "contagiar optimismo en los jóvenes. Pero hablándoles claro, no malcriándolos". Además de las funciones que ejerció en distintos momentos y de las diversas actividades que aún cumple, rescata el estar hoy "dedicado a entender y a ayudar a entender" y confiesa que cuando más disfruta es dando clases, porque se encuentra con "chicas y chicos con una enorme curiosidad e inquietud, que a uno lo bombardean con preguntas". Recuerda especialmente la clase que dio una vez en China: "Me exprimían y eso me fascina, porque ayuda a pensar y es ahí donde se produce la retroalimentación. Yo ayudo a pensar pero, al ver las reacciones, las preguntas, las dudas y demás, eso me impacta a mí también. Se produce una interacción entre distintos vuelos de la cabeza, como lo hace un buen libro, cuando me ayuda a entender y me hace volar la cabeza. Pero volar la cabeza para actuar, porque quiero entender e incidir en la realidad". Reconoce en sus alumnos tres tipos a los que considera igualmente válidos: "Quienes gustan del poder, como para llegar a ser funcionarios, políticos; a quienes los mueve el dinero; y a quienes los moviliza el bien común, el hacer algo por la gente. Son tres fuerzas motoras que eventualmente pueden estar combinadas, aunque no demasiado, según he visto. Las tres son legítimas. Yo prefiero la tercera categoría".

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