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Un entorno internacional de alta complejidad

De FUNDACION ICBC | Biblioteca Virtual

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Félix Peña, El Cronista, 20 de enero 2012

Al menos en tres frentes el mundo del 2012 se anticipa como de alta complejidad. Palabras como ‘desorden’ y ‘caos’ no sonarán, al emplearla en los diagnósticos sobre la evolución internacional, como exageradas o políticamente incorrectas. Se reflejan en un artículo de Sergei Karaganov, internacionalista ruso, titulado ‘A revolutionary chaos of the new world’ (revista Russia in Global Affairs, Diciembre 2011).

El primer frente es de las crecientes tensiones que generan Irán y su plan nuclear. Las palabras ‘Ormuz’ y ‘petróleo’ evocan escenarios que podrían tornar la región del Golfo Pérsico y del Medio Oriente en algo muy tóxico, con desdoblamientos geopolíticos y económicos de alcance global.

El segundo es el de la evolución futura de la crisis económica y financiera que sacude a Europa con impactos potenciales que la trascienden. Las palabras ‘euro’, ‘deuda soberana’ y ‘default’, reflejan problemas de fondo en la gobernabilidad del espacio geográfico europeo. Incluso evocan pesadillas del pasado. Pueden tener repercusiones profundas en la política interna de países de la Unión Europea. Los observadores seguirán de cerca el proceso electoral francés con un ojo puesto en la candidata –Marine Le Pen– con planteos radicales en relación al euro y a la integración europea.

Y el tercer frente es quizás el más preocupante. Es el de los ‘cisnes negros’ de Nassif Taleb. Esto es, los múltiples imprevistos que generen situaciones inimaginables al momento actual. Siempre han sido posibles y la historia está plagada de ejemplos. Pero son más factibles en un mundo que ha entrado en una era de desplazamientos del poder entre las naciones y de erosión de las condiciones e instituciones que contribuyen a la gobernabilidad global. Y en el que, además, tienen incidencia creciente actores transnacionales que no son Estados pero que a veces poseen capacidad de acción para sustituir sus funciones o al menos neutralizarlas. Incluso por la erosión en algunos casos de la capacidad de un Estado para asegurar el monopolio de la fuerza en su territorio. Es en el espacio denominado Eurasia donde pueden observarse fracturas que permiten vislumbrar futuros conflictos difíciles de administrar, con participación de actores estatales y no estatales. Y como señala Gzad Menassian en un libro reciente (‘Zones Grises’, Paris 2011) los conflictos más complejos pueden producirse incluso en las periferias de grandes megalópolis.

La Argentina está inserta en ese mundo de alta complejidad, aunque lejos de lo que Raymond Aron denominaba las ‘líneas de principal tensión’ del sistema internacional. Pero no debemos desconocer que la historia larga demuestra que los desacoples por parte de un país con el resto del mundo, son tan difíciles de lograr con respecto a los efectos de crisis financieras, como también de los de conflictos de fuerte impacto en la gobernabilidad política o económica internacional. Por ejemplo, un desmadre en el Medio Oriente no dejaría de tener impactos, incluso fuertes, en nuestro país y en el barrio al que pertenecemos.

De allí que hoy más que nunca parece fundamental cerrar filas con el entorno inmediato sudamericano. En particular, la calidad de la relación con Brasil, en todos los planos y más allá de las naturales diferencias de visiones e intereses, especialmente comerciales, sigue siendo uno de los ejes prioritarios en la estrategia de inserción internacional del país en el mundo. Todo indica que tal prioridad también la tiene clara al menos el gobierno del Brasil.

En tres planos se pueden vislumbrar acciones cooperativas orientadas a profundizar la capacidad de Argentina y Brasil –y de sus socios sudamericanos– de navegar juntos el mundo turbulento de los próximos años, sea para potenciar oportunidades económicas que ya existen, sea para neutralizar contaminaciones originadas en focos tóxicos del escenario mundial. Son ellos: el gubernamental –tanto a nivel bilateral, como en los marcos más amplios del Mercosur, de la UNASUR, de la ALADI e incluso ahora de la CELAC–; el empresarial –especialmente en relación a estrategias de integración productiva y de defensa comercial conjunta–, y el académico, en particular en el desarrollo de esfuerzos compartidos de inteligencia competitiva que ayuden a gobiernos y empresarios a impulsar estrategias realistas de inserción internacional.

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